"Esta es ya la segunda reforma que hacemos. Imaginaos si estamos a gusto aquí”. Dice María, la propietaria de este coqueto ático, una atalaya soleada y silenciosa en el centro de Zaragoza. “En la zona de estar hemos abierto un ventanal panorámico que aporta luz y se comunica con la terraza donde nos gusta cuidar las plantas y disfrutar de las veladas en verano”. Salón y comedor se agrupan en un espacio único, aunque delimitados por un mueble bajo y una diferencia de nivel que se salva mediante un par de escalones.
Clásico y moderno
“Hemos jugado con algunos elementos arquitectónicos y los hemos incorporado a la decoración – explica María–. Por ejemplo, dejamos algunas paredes con el lardillo visto, mientras que las otras las enlucimos en un tono piedra con un toque de verde. Los techos los pintamos de blanco, para dar más sensación de altura, y también destacamos las vigas y la inclinación de las cubiertas."
"En cuanto al mobiliario, hice bastante mezcla, combinando piezas de aire clásico como la alacena con otras modernas como la mesa del comedor, que hicimos nosotros mismos con una plancha de acero y unas patas de pino”.
Cómodo ante todo
La cocina es más tradicional –con muebles con molduras y tiradores metálicos, antepecho de baldosas blancas, suelo hidráulico– aunque incorpora todas las comodidades técnicas actuales. Organizada en forma de U está abierta al office, y este, a su vez, a la terraza. “Este es el auténtico corazón del ático –afirma María–.
Todas las comidas las hacemos aquí. Incluso cuando tenemos invitados cada vez es más frecuente que nos quedemos en el office”. En el dormitorio de su hijo de cinco años, María optó también por muebles hechos a medida, como la cama nido y el mueble con cajones en escalera. Y en el suyo, llama la atención el baño integrado, con la gran ducha transparente en la zona de paso, junto a la cama y un luminoso tocador rodeado de ventanas. ¿La cama? La arrimaron al máximo a la pared, para darle el espacio más recogido del dormitorio.