En muy poco tiempo esta vivienda ha ido transformándose, y no solo ha sido un sencillo cambio de imagen, explica Elena su propietaria. “La casa tenía unos 30 años y antes de mudarnos aquí hicimos una reforma integral, de la que se ocupó la interiorista Ana Pardo de Santayana. Al poco tiempo dimos un paso más, muy atrevido, incorporando al salón la zona de garaje, y aprovechamos también para actualizar el porche y redecorar toda la planta baja, proyecto que realizó Isabel Flores. ¡Queríamos ganar luz y lo conseguimos!”.
También se buscaba que toda la planta tuviese mayor continuidad con el jardín que la rodea. Con la incorporación del garaje al salón, la sensación de amplitud se multiplicó ¡y mucho! A ello contribuyó el gran ventanal de tres metros y medio de largo. “Ahora el jardín ya forma parte del interior”, destaca Elena.
El porche, antes cubierto de ladrillo, se enfoscó y se pintó de un luminoso color blanco. La idea era usarlo como una parte más del salón y con este nuevo uso también vino una nueva entidad decorativa. Como ahora suma más de 80 m2, se han creado distintos ambientes para disfrutarlo al máximo, todo el año.
En cuanto a la decoración, cuenta Isabel Flores que se han usado colores claros para subrayar el efecto luminoso, matizado por detalles como los tonos de los cojines. Pero el gran protagonista de la casa es el panel de espejos envejecidos del salón, que añade mayor sensación de altura y profundidad, y crea reflejos misteriosos. “El efecto de las lunas desgastadas recrea espacios que no existen en realidad. Pura magia”, sonríe Isabel.
Los espléndidos exteriores de esta casa se cuelan también en las habitaciones de la planta de arriba, gracias a grandes ventanales que aportan un frondoso fondo verde a los dormitorios. Una ventana triangular rematada con un techo a dos aguas convierte el dormitorio infantil en una casita de cuanto de hadas. A sus pies, la cama decorada en rosas y fucsias combina a la perfección con los elementos en turquesa.