El azul del mar se funde con las paredes blancas para fundirse en el paisaje mediterráneo. En la prodigiosa tribuna del porche, clara en estructura y mobiliario, nada le hace sombra las impresionantes vistas de la montaña y el mar convierten esta casa en un oasis de tranquilidad.
Las estancias de esta preciosa casa respiran a mar gracias a las pinceladas en verde y turquesa. En el comedor y en la cocina, los crudos se avivan con la presencia de tímidos toques marrones en las sillas y algunos complementos. Un juego de arcos los une y los acerca al jardín al mismo tiempo, abriéndolos a la luz. Así, su espíritu práctico se suaviza.
El Mediterráneo, brillante y cristalino, se cuela por la terraza del dormitorio. Como salido de un cuento, evoca románticos encuentros gracias a las ondulaciones que dibuja la delicada gasa del dosel. Ni la majestuosidad de su estructura ni la amplitud de la cama interrumpen el sugerente recorrido de la mirada, que acompaña al mar hasta que se adentra en la sierra. ¡No nos queremos ir de aquí!