Este pisazo se encuentra enfrente de la emblemática Pedrera de Antoni Gaudí (edificio patrimonio de la humanidad) y a pocos metros de otras joyas del modernismo como las casas Batlló y Amatller. En realidad, toda la calle es un auténtico museo de arquitectura al que acuden a diario miles de turistas de todo el mundo cargados con sus cámaras y palos selfie. Situado en pleno Paseo de Gracia, para muchos la calle más elegante y deseada de Barcelona, este piso hace honor a todo lo que se dice de esta mítica zona de la ciudad. “Nuestro objetivo primordial fue envolver la vivienda del espíritu modernista que respira el barrio. El piso había sido objeto de una reforma un tanto impersonal y nosotros queríamos otra cosa. Pusimos un nuevo parquet en todas las estancias, de madera de pino teñida y gastada, muy bello y cálido. Mejoramos las molduras de los techos e incorporamos baquetones en algunas paredes. También cambiamos los pomos de las puertas, que ahora son unas pequeñas piezas doradas muy artdecó”. Nos lo explica Rosa Maria Escofet, decoradora de la vivienda.
De Barcelona al mundo
“La decoración es ecléctica, de inspiración gustaviana, pero también con piezas de origen chino o francés, por ejemplo. En cuanto a los textiles utilizamos materiales cálidos como el terciopelo o las sedas, siempre en colores neutros y naturales con algunos toques de color”. El salón comedor tiene dos balcones que se abren al paseo y por cuyas puertas acristaladas entra, como una invitada de lujo, la imponente imagen de la Pedrera. El color piedra de las tapicerías se eligió también como un homenaje a este ilustre edificio vecino. Los dormitorios, en la parte posterior del piso, dan al tranquilo interior de manzana. En el principal, la antigua galería se ha convertido, con la ayuda de unas persianas a modo de biombos, en un luminoso rincón de lectura. En el cuarto de invitados, butaca, ropa de cama y cortinas juegan con el mismo estampado floral en un guiño al amor por la naturaleza del maestro Gaudí.