Había vivido durante muchos años a su aire, sin prestar atención al paisaje que la rodeaba, como si fueran dos partes totalmente inconexas. Pero al plantear la reforma, vieron la luz. En todos sentidos. Envolvieron los muros y las paredes de esta casa en colores claros y tranquilizadores (vainilla, blanco roto, piedra clara), dejaron paso a la luz a través de las ventanas y los arcos, que conectan con la naturaleza abundante, rebosante y verdísima de la costa gaditana mediterránea.
Lo dicho. El color de las paredes estaba claro. Con esos tonos luminosos se ganaban luz y la pintura se aliaba felizmente con la naturaleza. Para el mobiliario se siguió la misma línea de actuación. Tapicerías de tonos suaves y limpios, como los de la chenilla que cubre la pareja de sofás en el salón, las sillas en capitoné del comedor, y la chaise longue y las butacas del dormitorio.
La madera se reservó para las vigas del techo y la carpintería de los ventanales y puertas. Una manera sutil y muy proporcionada de poner en claro los orígenes rústicos de la casa. Del mismo modo que lo hace el suelo, de precioso barro artesanal, cubierto en muchos tramos de mullidas alfombras color perla, que se transforma en el recibidor en un damero de mármol rojo y beis de evocaciones señoriales (también señorío incuestionable tiene –fijaos en la foto del estar– la chimenea de mármol).

LA MALLORCA MÁS RÚSTICA
Estos arcos sí son un triunfo
Así, campo, refinamiento y claridad se articulan suavemente formando un todo. Un todo muy medido, pensado para crear una atmósfera luminosa, confortable, sólida y un punto sofisticada (evidente en el fresco del techo del comedor). En el comedor toca aplauso: y es que la mesa, ovalada, crea un efecto espejo, como si reflejara la forma oval de la decoración del techo. Ya en el salón llaman la atención las dimensiones amplias y generosas de los muebles (sofás, mesa de centro, mesitas auxiliares y vitrina), los más adecuadas a la altura del techo.
¿Y el porche? Perfectamente decorado, con muebles de ratán y mimbre, hace de resguardado salón casi todos los días del año gracias a este clima excepcional. Protegido del mundo por arcadas rotundamente mediterráneas sobre el verde radiante es el favorito de todos. Sentarse en ese butacón orejero, mirar hacia el jardín y dejar pasar suavemente las horas... ¡¿Quién diría que no a este momento?!