Cálida, práctica y muy confortable para niños y mayores. Esta casa refleja la pasión de sus propietarios por el orden y... por la cocina.
A pesar de encontrarse a pocos metros del mar, en un pueblo costero cercano a Barcelona, ésta no es la típica casa de playa.
“Sus propietarios, una pareja con tres niños, buscaban una segunda residencia para disfrutarla todo el año, no solo en verano”, explica Chari Manzano, de CHM Interiorismo y Reformas, estudio que ha llevado a cabo el proyecto de decoración. “No querían una casa ‘blanca y azul’, la clásica de estilo marinero. Deseaban una casa muy práctica y con cierto aire provenzal”.
Cómoda desde luego que lo es. Por ejemplo, la planta baja, que se abre al jardín a través de amplios ventanales, se ha pavimentado con barro cocido. “Es un material que tiene un mantenimiento cómodo: no hay que preocuparse si los niños entran con los pies mojados de la piscina”, añade la interiorista. En el interior de la casa se percibe una comunicación fluida entre salón, comedor y cocina, integrados en un único ambiente. Para unificarlos, además de utilizar el mismo pavimento, se ha pintado todo del mismo color de los sofás, un marrón verdoso que contrasta con una carpintería casi blanca. La chimenea de obra, integrada, es testigo de los cálidos fines de semana de invierno, con la familia reunida alrededor del fuego.
Porque la casa es capaz de transformarse con los cambios de estación. En verano, se abre al exterior y se refresca con el jardín. Y en invierno, se refugia del frío con sus cortinas de hilo tupido y se vuelca hacia sus interiores cálidos.
La cocina es el eje central de la casa. Integrada en el salón, pero celosa de su intimidad, una puerta corredera de cristal la independiza cuando es necesario. “A la propietaria le encanta cocinar y éste es uno de sus espacios preferidos. ¡Incluso disfruta de las vistas al jardín mientras cocina!”, apunta Chari refiriéndose a la ventana ubicada bajo la campana de obra. Por lo demás, todo en esta gran cocina está calculado para el uso y disfrute de los propietarios, grandes amantes del orden. Armarios vistos con puertas de cristal, una zona para preparar cafés y desayunos en uno de los lados, una isla central que se prolonga en una mesa para aperitivos... Y, un poco más allá, un completísimo planchador.
En la planta superior, el suelo ya no es de barro cocido, sino parquet de roble, muy cálido a la pisada. Las tres habitaciones de los niños son sencillas y están pensadas para recibir amiguitos: cada una cuenta con dos camas. La de la niña se ha decorado en rosa y beige. Y las de los niños, en tonos grises, azules y rojos. “En los tres dormitorios hemos recurrido a zócalos de rafia que, además de servir de cabezales, ayudan a proteger la pared. Además, cada una de las habitaciones cuenta con su escritorio para que puedan hacer los deberes”, cuenta la decoradora. Los niños disfrutan también de una terracita que da al jardín.
En nuestro paseo por la planta superior, salimos al distribuidor. Allí, una mesa con un ordenador, dos sillas y una butaca nos revelan que no se trata una mera zona de paso. La funcionalidad ha sido la clave para decorar esta estancia, con el escritorio bajo la ventana para poder trabajar con luz natural y una cálida alfombra bajo el rincón de lectura. “Podríamos decir que es un punto de reunión familiar. La pareja se reúne aquí para consultar cosas en internet, o a veces el padre ayuda a un niño con los deberes...”, dice Chari.
La habitación principal es más sofisticada. Un efecto decorativo que se ha conseguido con un papel vinílico que parece una tela en marrón chocolate, un esbelto cabecero de lino marrón, rematado con tachuelas de níquel, y un refinado estor de cachemir. La cama vestida de blanco –como los armarios y la carpintería de las ventanas– con cojines que combinan tostados y marrones potencia la luminosidad de esta estancia intimista.