La primera impresión al entrar en este magnífico piso señorial es la de haber retrocedido en el tiempo, pero unos instantes después, las piezas contemporáneas nos devuelven a un presente que convive con la belleza de otras épocas. La interiorista Ana Ros es la responsable de este impecable proyecto, en el que fue prioridad conservar el carácter noble de la vivienda, restaurando cuidadosamente los techos y la carpintería. Creó una ambientación clásica con toques de actualidad. El resultado son unas estancias elegantes y luminosas, de una delicada sofisticación. La vivienda posee amplias estancias y sugerentes perspectivas, con un formidable pasillo como eje central.
En un extremo del salón, la zona de despacho aprovecha la deliciosa galería bañada por el sol, mostrando, según la hora del día, algunos de los motivos dorados del escritorio francés y la luminosidad del pavimento de roble. Desde este, y con una enorme sensación de amplitud, la vista recorre el pasillo hasta el otro extremo, donde se sitúa el comedor. La chaise longue patinada que preside el recibidor, junto a las cortinas y la lámpara con pie de cristal, se alían con la luz natural. Los cojines y una alfombra floreada aportan toques de color y destacan esta zona. Antes de acceder al comedor, atravesamos una zona de paso con mobiliario clásico francés. El comedor es una estancia majestuosa en la que destaca la esmerada labor de yesería realizada en marcos, paredes y techos. La entrada al dormitorio principal es sencillamente espectacular. La belleza de molduras y carpintería enmarca una zona mucho más sobria y sosegada. Se trata de una estancia sencilla, aunque elegante, que parece no querer robar protagonismo al estilo noble de paredes y techos. Un cabecero crudo, una mesilla decapada y una banqueta, son los únicos muebles de este dormitorio, donde acaba el recorrido por esta casa, paradigma del buen gusto y la sensibilidad.
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