Cuando una decoración creativa se alía con un espacio señorial, aparece el duende y la magia. Y esto es lo que ha ocurrido en este piso en el corazón del barrio de Salamanca en Madrid. Una situación espléndida en uno de los ejes más prestigiosos de la ciudad, son su carta de presentación.
“O tempora o mores”!, “¡Oh tiempos, oh costumbres!”, la máxima de Cicerón –que recuerda la obligación de mantener las buenas costumbres, por encima de las modas–, aparece escrita sobre la carpintería de la puerta, que abre paso al salón, y nos da la mejor pista para descubrir la personalidad de la casa, y de la propietaria, amante de las antigüedades y de los pequeños detalles. Uno de ellos es el papel pintado que recorre el vano de la puerta, decorado con guirnaldas y marmoleados. Imita los frescos renacentistas y aporta un plus de nobleza, nada más traspasar el umbral de la casa.
Con unas dimensiones envidiables, de casi 400 m2, la vivienda fue reformada por la arquitecta Belén Maroto, de Arpa Arquitectos. Se trataba de un piso angosto, de pasillos estrechos, con poca luz natural y espacios pequeños. Ahora es todo lo contrario: ambientes muy luminosos, amplios y con una distribución flexible con antigüedades que lucen felices y son protagonistas del espacio. Una reforma que también destaca por la impresionante pared curva del comedor, el protagonismo concedido a los techos y por los diseños de las carpinterías interiores.
Pero volvamos al principio. El punto de partida para conseguir esta imagen renovada, de aires cosmopolitas, fue derribar los tabiques para abrir los espacios. La idea era crear una gran zona de bienvenida, con tonos suaves y frescos. El resultado es espectacular: ahora aparecen integrados un amplio vestíbulo, un salón con diferentes ambientes, la biblioteca y el comedor. El lugar ideal para celebrar una fiesta con muchos invitados en un espacio sofisticado y sereno. Numerosos detalles han contribuido a lograrlo: el juego de volúmenes en el techo, con molduras que dibujan círculos y bóvedas de concha; el contraste entre el tono blanco dominante y los papeles pintados, la composición cromática o el estrecho diálogo entre el mobiliario de distintas épocas...
La propietaria, coleccionista de antigüedades, también tiene la sensibilidad bien entrenada para conseguir una decoración muy personal, y el salón es una buena muestra de ello: un fondo de tonos neutros, paredes blancas y suelos de roble abrazan telas con texturas densas, muebles de distintas épocas y obras de arte. Su riqueza está en las mezclas: un sofá capitoné, estilo Chesterfield, blanco, junto a otro, de líneas rectas, en chenilla piedra, y un par de mesas, tipo puf, forradas en piel, rodeados de muebles auxiliares clásicos. El centro de atención del salón es la lámpara de estilo turco y las dos fotografías enmarcadas de las pirámides de Egipto.
Los mismos detalles también aparecen en la zona de la biblioteca, revestida con molduras clásicas, a cuyo lado reposa una chaise longue, estilo Luis XV, y un lienzo sobre un caballete; y en el comedor con la mesa octogonal y la sillería, estilo Luis XV, tapizada con terciopelo chocolate. Belén Maroto dio protagonismo a las líneas curvas para agilizar la circulación y crear un sentido más sensual del espacio, como si todo girase en torno a la columna del salón. Y también, a la pared curva del comedor, con un lienzo de Jorge Estévez, que añade un carácter más sofisticado.
Pero, “al entrar en la cocina nos espera otra grata sorpresa”: un ambiente de estilo victoriano, con muebles en blanco roto y molduras, decorado con suelo de mármol en damero, y papel pintado, al más puro estilo inglés.
El toque de fantasía aparece de nuevo en el dormitorio principal, una gran suite con vestidor y baño, cama con dosel de estilo oriental y una lámpara decó. También aquí, como en el resto de la vivienda, las cortinas tienen esa generosa caída que aporta distinción y que las envuelve en un halo mágico.