Frente al monasterio del siglo IX que corona el centro histórico de Sant Cugat, la casa de Marta Tobella era un viejo almacén cuando ella se enamoró del espacio, hace más de 10 años. “La reforma la he hecho con calma –explica– y la llegada de los elementos decorativos ha sido lenta”. Acostumbrada a intervenir en los espacios de los demás “quería que este reflejara totalmente mi personalidad”.
Un cubo luminoso
En las dos plantas del dúplex se han potenciado los espacios abiertos, la ausencia de paredes y la abertura al exterior para aprovechar al máximo la luz natural. Abajo, están la cocina, el salón y el comedor. Y arriba, los dormitorios y un salón con un estudio contiguo ideal para ver películas.
“El blanco es el color predominante en paredes, techos y suelos –afirma Marta–, quería un cubo luminoso”.
La mezcla perfecta de estilos y épocas
Las vigas de hierro están pintadas y como pavimento se ha instalado un acrílico sobre el que destacan kílims de tonos neutros y piezas de mobiliario que Marta ha seleccionado meticulosamente.

En la Costa del Sol
¿Modas? No, gracias
“La mayoría provienen de mi tienda. Cuando voy a ferias y mercados, hay algunas piezas que me enamoran a primera vista. Las compro y, si no se venden, me las quedo. El criterio a la hora de mezclar épocas y estilos es su secreto mejor guardado. “He dado rienda suelta a mi mundo y me lo he permitido todo, incluso ironías, como los ciervos sobre el cabecero de mi cama”.