Este cortijo andaluz se reinventa para convertirse en una lección de elegancia. Los altísimos techos salpicados de ventanales en arco dan buena muestra de ello. Estos acristalamientos son las innegables estrellas de toda la casa. No solo reafirman su señorío, también son una clara invitación a la luz. Su disposición a lo largo del pasillo que comunica todos los ambientes abre por completo la casa al exterior. Incluso desde el comedor, decorado con pocas piezas pero escogidas, se puede respirar el frescor y los aromas que provienen del jardín.
La gran cocina acristalada recoge el testigo del señorío andaluz a través de sus materiales nobles: muebles de roble, elegante granito negro en las encimeras y mármol en el suelo. Rodeada por una terraza, dispone de un office que parece acomodarse al pie de la montaña.
La misma elegancia atemporal la encontramos en el baño y en el dormitorio. En el primero se impone la calidez, gracias al mosaico de mármol de las paredes y al mueble bajolavabo, y el dormitorio resulta acogedor y fresco con las pinceladas azules de las telas.
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