Una pareja joven con tres niñas quería una casa donde todos se sintieran a gusto, con espacio, sin agobios, ligero, práctico y donde fuera fácil moverse. Y Laura Masiques tuvo una idea genial: convirtió la estancia central de la casa, el comedor, en un distribuidor general, una especie de rotonda que desahoga la circulación y transmite hasta al último rincón una sutil sensación de amplitud.
Luz y color
El punto de partida era perfecto: un ático de techos altos con mucho sol. Tiene tanta luz que la interiorista decidió pintar todas las paredes de un elegante color visón, ya que no había que temer que oscureciera el ambiente. Al contrario, con este color, la luz obtiene preciosos matices. Los techos de tres metros, en cambio, con sus molduras originales, se pintaron de blanco. Y ahora parecen aún más altos. Las cortinas y la librería de DM del salón tienen el mismo tono visón de las paredes, a juego con el de la madera de la mayor parte de los muebles. Laura quiso destacar algunas piezas del mobiliario, como la chaise longue puesta en diagonal junto a un gran espejo apoyado en el suelo. Y en la galería, rodeada de ventanales que dan a la terraza, creó una zona de trabajo, con un escritorio de herencia.
Reordenando espacios
En cuanto a la distribución, la decoradora le dio la vuelta completamente al piso para sacar partido a la luz y racionalizar los movimientos. El dormitorio principal, por ejemplo, está donde antes había un estar. En el centro del piso ubicó el comedor, equipado con una mesa redonda que refuerza su función de “rotonda”. Es una pieza singular, con tablero de olmo y un sólido pie central hecho con un mortero que da una textura similar a la piedra.
En la cocina, Laura diseñó una práctica barra de desayunos y comidas rápidas con una mesa de apenas 40 cm de fondo que aprovecha la luz de los magníficos ventanales emplomados, herencia del origen clásico del piso. El dormitorio principal, ubicado donde antes estaba la sala de estar, conserva de esta la chimenea con embocadura de ladrillo original. Desde el rincón de lectura situado a pie de cama, equipado con una butaca y un velador de corte clásico, dos peldaños llevan a la terraza que abraza todo el ático y lo inunda de luz. ¿Cómo no ser feliz aquí?