Pocas veces una casa refleja como esta una forma de ser y un proyecto de vida familiar. Constanza y su esposo encontraron en este ático, en un edificio noble de la parte alta de Barcelona, el hogar ideal, que sueñan disfrutar con sus hijos durante muchos años.
Recorriendo las estancias de la vivienda, alegres y luminosas, nadie puede imaginar las vicisitudes por las que ha pasado este piso. “Cuando lo compramos, hace un par de años, todo estaba organizado como la consulta de un dentista –explica Constanza con una sonrisa–. Lo arrasamos por completo y diseñamos la casa a nuestro gusto. Excepto los muros, todo es nuevo”. Esta reforma fue obra de la arquitecta de interiores Helga Hidalgo. La aventura duró más de un año, con los contratiempos habituales cuando se afronta la reforma integral de un edificio antiguo. Los propietarios además contaron con la ayuda de la decoradora María Burgos-Bosch, una buena amiga con la que Constanza estableció una complicidad que dio magníficos resultados y que queda patente en la conversación que mantenemos con ambas.
“Me incorporé cuando la estructura de la obra ya estaba hecha –recuerda la interiorista–. Le propuse a Constanza que fuéramos atrevidas con los colores, es decir, que los colores de paredes y techos fueran, por sí mismos, claves en la decoración de la casa”. Es en la zona de día –salón, comedor y cocina–, junto a la fachada que da a la calle, donde las palabras de María adquieren todo el sentido.
“Después de hacer todo tipo de pruebas, para el conjunto que forman el salón y el comedor nos decantamos por un verde-gris. Pintamos las paredes, la librería de obra e incluso los techos. Dicen que los techos de color empequeñecen; no estoy de acuerdo. Creo que darles el mismo color que las paredes crea un efecto envolvente muy sugestivo y evita la sensación de ‘corte’ que surge si dejas el techo blanco”.
Salón y comedor están separados del resto de la casa mediante unos tabiques con ventanas de cristal. Constanza nos explica su utilidad: “Tenemos tres hijos pequeños y queremos tener más. Son los reyes de la casa y campan por donde quieren, por eso decidimos reservarnos una zona ‘refugio’ donde solo entramos los mayores. Es la que que forman salón y comedor, con el rincón de lectura en el ángulo entre ellas, pero no está completamente aislada, ya que gracias a las ventanas de los tabiques, la luz y las miradas pueden circular sin problema”.
Con una familia tan amplia, la cocina es, por supuesto, una de las estancias más importantes. Tiene la amplitud y forma ideales para organizarla en torno a una isla y dispone de un office espectacular, donde el sol de la mañana entra incluso por el techo acristalado. “Me encanta cocinar –confiesa la propietaria–, y esta cocina, con su isla, es perfecta. Es tan amplia que he decidido que dentro de unos meses empezaré a dar aquí cursillos de cocina”.
A la hora de elegir el color de la pintura, Constanza y María se decidieron por un teja intenso, que en el office se plasmó en un papel vinílico estampado. La zona interior del ático se destinó a los dormitorios y a una espléndida sala de juegos, donde el pequeño Bruno, de un año, levanta una construcción, muy concentrado. Visitamos también la habitación de Sara, la mayor, de casi tres años, con sus muebles blancos hechos a medida.
En el dormitorio principal las dos ventanas que aportan la claridad condicionaron la decoración. “No me gustaba un cabecero que resiguiera el perfil de las ventanas, por eso nos decidimos por uno de terciopelo –verde como las paredes– que llega casi hasta el techo e hicimos construir un dosel de hierro forjado para enmarcar el espacio”, concluye la propietaria.