"Me pidieron una casa nueva sin cambiar de sitio. Es decir, que reformara su piso de manera que pareciera que se habían trasladado a uno más grande, luminoso y acogedor. Creo que tuvimos éxito”, comenta sonriente la interiorista Marta Prats. “Como los metros son los que son (60 m2), la sensación de amplitud la conseguimos desplazando algunos tabiques, moviendo puertas y creando muebles a medida muy estudiados. Además, abrimos paso a la luz natural y la potenciamos con colores claros en muebles y tejidos”.
Espacios muy funcionales
El salón es un buen ejemplo: combina los sofás y las cortinas blancos con la pintura gris pardo de las paredes y la librería de DM lacado. El comedor se situó entre la estar y la cocina. “La mesa de madera de pino blanqueada tiene un pie central de hierro muy cómodo para sentarse” y el banco volado permite arrimarla a la pared para no perder metros.
La cocina es igual de funcional: “De colores claros y con detalles campestres, como los tiradores metálicos o las puertas y la campana con listones, es urbana y rústica a la vez”. Desde ella se sale a un patio interior que es un pequeño refugio de verdor y tranquilidad, además de un foco de luz natural.
Pensada al milímetro
Marta comenta que cuando visitaba las obras con la propietaria bromeaban diciendo que era “la casa-barco”, porque el proyecto preveía la colocación de cada pieza al milímetro, como se hace en los camarotes de los buques para aprovechar al máximo el espacio. En el dormitorio de Emma, de 8 años, se ve claro. Es una habitación pequeña e irregular, “con cinco paredes y dos luminosas ventanas, y en ella conseguimos ubicar una cama nido, un cabecero con cajones, un armario con dos puertas, una estantería y un escritorio para dos con una parte móvil para limpiar la ventana. ¡Y aún sobra sitio en el centro para jugar!”, concluye Marta.