“Tengo seis hijos. Este es el factor que más influyó en que la casa sea como es”, explica Marta Negra, la propietaria y decoradora de esta casa de vacaciones cercana a Barcelona, y cualquiera que tenga hijos entiende lo que eso supone. Además de abrir los ojos (sí, ha dicho seis hijos) y de que una mezcla de escalofrío y admiración nos recorra la espalda, sabemos que, pese al sosiego que transmite la vivienda, aquí debe de reinar el bullicio cuando la familia está al completo. Y la vida, claro. A borbotones.
“Necesitábamos una casa amplia, cómoda, de una sola planta, rodeada de naturaleza y cerca del mar. Cuando surgió la posibilidad de quedarnos esta casa que había sido de mis suegros, dudé porque era oscura y cerrada en sí misma. Pero vi las posibilidades que tenía, con una reforma no demasiado cara, y nos lanzamos a ello”, cuenta Marta. Y bien por su atrevimiento, puesto que salta a la vista que valió la pena.
Marta, además de ser madre de familia numerosa (lo cual es ya toda una proeza, a la par que un trabajo exigente), es decoradora y combina esta profesión con la pastelería: tiene un obrador de repostería que sirve a algunos de los mejores restaurantes de Barcelona. “Pastelería y decoración son mis dos pasiones. Por eso me encargué personalmente de la reforma y el interiorismo de la casa. Lo primero fue abrirla al exterior, con grandes puertas y ventanas”. Además de todo lo anterior, tiene buen ojo.
El blanco es una de las señas de identidad de la casa: “La pintamos toda de un blanco luminoso. También me gustan blancos los muebles grandes y los textiles. Y combiné el blanco con la calidez de las maderas naturales y las fibras en alfombras, pufs y sillas. ¡Ah!, y muy importante: las flores. Las cojo en el jardín y las reparto en jarrones por toda la casa. Es otra forma de estrechar la relación entre exterior e interior”. Flores hay también en los estampados de los cojines, junto a los azules que remiten al cercano Mediterráneo.
Esta madre, decoradora y pastelera (¿cuántas horas dormirá?) cuidó todos los detalles, como el espejo sobre la chimenea que refleja el exterior: “Es como una ventana más”. El salón comparte espacio con el comedor, que tiene una mesa extensible con capacidad para doce: “Las comidas multitudinarias son habituales en esta casa”, sonríe. Por eso la cocina es espaciosa y funcional, con amplias encimeras de madera. “Tiene mucho trote y en ella estamos muchas horas, por eso tenía que ser agradable y luminosa”.
En los dormitorios Marta creó atmósferas serenas y relajantes (normal: después de esas jornadas tan concurridas, es necesario el relax). El suyo es azul, como el mar. Un buen detalle: “Las puertas del armario son de tela de gallinero. Así la ropa se ventila y no coge humedad en invierno”. Chica lista (¿deberíamos empezar a pensar en ficharla?).