Que tire la primera piedra quien no sienta un nudo en el estómago al ver una terraza como ésta. Esta familia vivió ese flechazo: fue encontrar esta terraza y no querer ya ni oír ni ver nada más. ¡La de planes que visualizaron en un segundo! ¡La de tardes ahí tumbados y mañanas al sol que vislumbraron! Llegados a ese punto, nada ni nadie les habría de quitar este piso de las manos.
Sabían que querían un piso “cómodo y donde todo fluyera, con espacios flexibles y abiertos al exterior”, cuenta la propietaria. Pero la terraza fue la clave, el flechazo, la intuición, el AQUÍ: “Cuando vimos la luz y la terraza supimos que era éste. Llamé enseguida a la interiorista Fátima Vilaseca, que es un diez distribuyendo espacios”.
Si aprovechar la luz y la amplitud visual que daba la terraza debía ser el mandamiento de la reforma, la manera de cumplirlo fue tirar los tabiques y crear una gran zona de día junto a ella, una prolongación del salón para disfrutarla toooodo el año, solecito del invierno incluido. “La tarima entra en el estar y crea un escalón que oculta la calefacción. Dentro y fuera, elegimos un gris piedra para las paredes y las tapicerías. Y equipamos la terraza para disfrutarla todo el año, con una hilera de plantas en la barandilla, que le da intimidad. Para delimitar el salón creé un mueble de hierro que alberga la librería, la chimenea, el televisor y el mueble bar”, explica Fátima.
Y, atentos a este mueble separador, todo un acierto al que la dueña ha sacado mucho partido. “Mantiene el orden y hace de mampara si tras una cena con amigos pasamos al salón sin recoger la mesa. ¡Nos encanta invitar en casa y es una ventaja! El comedor está abierto a la cocina, formada por una columna de pared a pared y una isla con barra de desayunos. Los frentes, lacados en gris piedra para unificar, no tienen tiradores porque no me gustan los accesorios. Y las puertas van sin marco y hasta el techo”.
Otra idea para unificar, para que la casa quedara como un único y gran espacio fue tirar de madera. El parquet de roble se usó para cubrir la mesa de comedor, los muebles de baño, las bases de las camas y los cabeceros creando una piel cálida y superficies continuas. Se ocultaron los radiadores, y la única concesión fueron “ventiladores en los dormitorios para no dormir con el aire acondicionado”.
Y si su idea era un espacio sin obstáculos (seamos sinceros: otra meta de todo imaginario doméstico, casi tan poderosa como la de una terraza, ¿o no?), Fátima diseñó para conseguirlo muebles polivalentes, como el armario de la suite que oculta la corredera del baño, o las camas de los chicos, con cabeceros que delimitan la ducha (otro día hablaremos más extensamente del asunto muebles polivalentes). “Así hemos conseguido luz, amplitud y una zona de estar compartida que sirve de habitación de invitados. Quería que los dormitorios de mis hijos pudieran aislarse, por si alguno viene con su pareja o, más adelante, con niños”.
“Todo fue posible gracias al buen equipo que hicimos con el constructor Fernando Salamanca”, añade Fátima. Los propietarios los invitaron a cenar en el piso para inaugurarlo. Lo raro es que no quisieran quedarse ellos también con la terraza.