Como si de cortinas naturales se tratara, el jardín se acerca con cariño a esta casa madrileña para transmitirle su abrigo en invierno y su frescor en verano. El salón lo acoge sin estridencias desde sus paredes acristaladas. Son las estrellas de la casa y reciben la frondosidad de los árboles y la luz, que no encuentran obstáculos en los sofás bajos en tonos crudos. También en el comedor, un guiño a la tradición gracias a sus piezas clásicas, la mirada se pierde hacia el paisaje sin tropezar con nada.
Una cama balinesa coronada con un dosel artesanal ocupa el centro del dormitorio, aunque junto al magnífico acristalamiento un rincón de lectura con piezas básicas se apodera del espacio más cautivador gracias a sus maravillosas vistas.
El baño celebra la luminosidad de toda la casa con un sugerente juego de cristales y espejos en ángulo que salvan la inclinación de los techos. La mesura de sus piezas se contagia, como en todas las estancias, de la calidez de la madera de jatoba del suelo.
¿Te parecen bonitas las paredes acristaladas de esta casa? ¿Tú la habrías construido igual? Explícanos tu opinión en los Comentarios de este artículo.