Tus niños crecen y tú con ellos. Cuando son pequeños, el sitio de los juguetes y una casa 'antimanchas' son prioridad. Pero cuando llega la (temida) adolescencia, parece que es hora de redecorar y de habituarse a una nueva etapa. ¿Hay que tener miedo? ¡No!
Fíjemonos en esta pareja de Barcelona: tienen hijos de 12 y 16 años y decidieron tomar el toro por los cuernos y cambiar ¡hasta de casa! “Esta debía ser la casa definitiva, el lugar desde donde los hijos volarán y la pareja se quedará para empezar juntos otra vez, por eso debía ser práctica y con espacios para estar todos a su gusto. Y por eso debía ser atemporal, aunque actualizada”, nos explica la interiorista Laura Masiques, de estudio Mardalba Interiors, autores de la reforma integral.
Así que se arremangaron para rejuvenecer la casa... y de paso sentir a ellos también les esperaba una segunda juventud. “Era el típico piso de Barcelona, con mucho pasillo. Apostamos por tirar parte de este pasillo y hacer un gran recibidor. Separamos el espacio de día y el espacio de noche con una gran puerta corredera, hecha por cierto con parqué, y dejamos espacios más amplios”, comenta Laura. ¿La inspiración? Un poco nórdica, pero “sin pasarse”, debía ser algo para muuuchos años.
Las claves del cambio
¡Pintura!
“Para alcanzar ese toque nórdico que queríamos, aunque sin llevarlo a un extremo, puesto que se trata de un piso y no de una cabaña, pintamos con tonos grises y blancos toda la casa. En el dormitorio es más oscuro, al contrario que en el resto, con contraste de telas claras”, nos cuenta Laura Masiques.
Muebles a medida
“Apostamos por muebles de obra con dos ideas: que tuvieran el gris que queríamos y que aprovecharan espacios. Combinados con piezas buenas, son prácticos y quedan bien”.
Algo de contraste
“En el salón, las paredes son de un gris piedra muy suave, que reforzamos con textiles un poco más oscuros, en el tapizado del sofá y cojines. Para contrarrestar la posible frialdad, pusimos madera. En las mesas, el espejo, o en la estantería. Así también aportamos el punto clásico, frente a la modernidad del estilo nórdico, y queda atemporal”.
Un punto afrancesado
“Buscábamos un aire afrancesado atemporal. El cuarto de la niña lo hicimos pensando en que no se cansara rápido. El papel nos da ese calor francés y nos atrevimos también en el office: junto con la mesa gana un toque rústico”.
¡Parece que la casa respira por sí sola! Y era la idea. Porque los hijos se irán, pero ellos se quedarán. Y la casa, a fin de cuentas, será para ellos. De nuevo, solitos, ¡y sin miedo!