Estamos en el centro de la ciudad y sin embargo comemos en el jardín casi siempre. Nos bañamos en la piscina, hacemos la siesta en el chill out y hasta recolectamos nuestros propios limones. Tiene amplitud, espacio para los niños y para recibir gente, está muy cerca de los colegios, “y además su arquitectura clásica nos fascina. Es una construcción de principios del siglo pasado, recientemente restaurada, que cuenta con un magnífico jardín. Nos hace sentir unos auténticos privilegiados”, asegura.
Ella misma decoró toda la casa, y también el exterior, para el que eligió materiales naturales, como la toba artesanal del suelo, el ratán de las sillas del comedor, la madera con que se hicieron los bancos del chill out o la piedra que envuelve la piscina.
En la reforma se restauraron las ventanas y las puertas originales, de cuarterones de cristal, que dan un encanto especial a la casa. Y para el suelo de la planta baja se optó por el microcemento, que “es comodísimo y crea un contraste muy acorde con la mezcla de estilos que tanto nos gusta a mi marido y a mí”, describe la propietaria. En cuanto a las paredes, querían que fueran muy especiales y, después de dar muchas vueltas, se decidieron por una pintura en tono beige grisáceo, aplicada con una técnica que hace aguas y queda realmente original.
En el salón se colocó un gran un sofá rinconero que cumple a la perfección con su objetivo: dar cabida a mucha gente, que es uno de los mayores placeres para esta familia. “Nos solemos reunir muchos, tanto con niños como solo mayores, así que necesitábamos espacio para todos”. Misión cumplida.