Dos hijas pequeñas. Unos padres en busca de un hogar cómodo y con espacio, cerca del cole para ir caminando. Bonito, pero sobre todo ¡confortable! Un hogar para llegar con amigos y merendar, para leer juntos, trabajar ¡y jugar! Sentir que es muy suyo. Y es que si nuestra casa debería ser nuestro cielo y nuestro paraíso particular, el lugar donde el mundo exterior y el estrés se detienen, esta familia lo ha conseguido creando una casa de espacios abiertos, que a la vez pueden ser cerrados, pero donde hay sitio para todos. “Todo es muy cuadradito, como muy práctico, y con una luz que nos enamoró”, nos cuenta su dueña, Ariadna cuando recuerda por qué ésta fue la casa y no otra.
“En la salita de estar pusimos materiales lavables, impermeables… para no preocuparnos por las manchas de las niñas”. ¡Comodidad al poder! Y si su máxima era una casa para vivirla, su idea en cuanto a estilo fue buscar algo “relajado, nada recargado”. Así fue como Kenay entró en sus vidas. “Nos gustaba la tienda. Mi marido es de Valencia y ellos son de allí, así que lo tuvimos claro. Me gusta su estilo, es como fresco, cómodo…”, recuerda la propietaria. Y desde Kenay nos soplan que apostaron por un look “elegante pero informal, perfecto para recibir a gente y disfrutar también en lo cotidiano”. ¡Un cielo familiar en toda regla! Pero no uno de angelotes estáticos, sino práctico, lavable, y divertido.
En el salón, con su blanco roto en las paredes, los muebles nos llevan a ese cielo con los tonos azules del cuadro y los textiles de William Yeoward para Designers Guild. Es fresco a la vez que atemporal, cómodo, y la madera aporta la dosis de calidez necesaria. A su lado, tenemos un comedor que puede cerrarse (gracias a unas puertas correderas) con “tonos super naturales”, una potente mesa y una lámpara también de madera (aunque a primera vista no lo parece).
Pese a todo, para las niñas el refugio perfecto está arriba. En su habitación, Kenay ha creado para ellas un divertido pero nada estridente universo. ¡Suben corriendo cada vez que llegan a casa! Es su propio territorio. Y además lo ha conseguido con recursos sencillos: mobiliario básico, fresquito y blanco, pintando la pared y con textiles de colores delicados. Rosita, sí, pero este es un cuarto de niñas no ñoñas. A unos pocos pasos, los padres pueden merodear cerca (o hacer todos juntos los trabajos del cole) en un cómodo despacho abierto sobre la escalera. ¡Esto sí que es un cielo en casa!