Esta casa está situada en un enclave mítico. Frente a la montaña del Txindoki, una cima muy venerada por los vascos. Cuenta la leyenda que la diosa Mari tiene en su cumbre una de sus casas y quizá sea por ello que contemplarla, embruja. Pero está claro que el espacio y la decoración también tienen su gancho mágico.
Que la casa se adapte a ti...
No tú a la casa. Esta vendría a ser la premisa de la distribución de esta casa. En ella viven dos personas con dos pasiones distintas. Dedicar un espacio a cada una de ellas parecía obvio y si esto significaba eliminar habitaciones en beneficio de otras... pues se hacía. Como en el caso del comedor, que desapareció para hacer crecer la cocina y poder crear un acogedor office en el que reunirse con familia y amigos. Ultracómodo. Tanto, que, como cuenta Itziar, "Antes celebrábamos las Navidades en casa de mis padres. Pero ahora, ya lo hacemos aquí". ¿Más claro? El agua.