Esta casa parece estar hecha de luz. Y es que sus magníficos ventanales con cuarterones convierten sus paredes en un infinito frente de cristal. Las tonalidades crema y piedra que dominan el salón ceden, aún más si cabe, el protagonismo al exterior. La zona de estar, con dos sofás en “L” y un par de pufs muy versátiles que cierran la tertulia, es una invitación al relax. Y, en el rincón más privilegiado del salón y ante un mirador a la inglesa, se ha habilitado una zona de trabajo de lo más especial que parece adentrarse directamente en el verdor del jardín.
En la cocina, todo parece cocerse a fuego lento. Las vistas, la luz que baña cada rincón y su decoración en blanco y piedra crean una atmósfera apacible en la que uno quiere quedarse. Las molduras y los cuarterones le confieren un sutil encanto inglés. La isla de trabajo, que mira al exterior, articula este amplio espacio. Al fondo, un mirador recoge el office y deja que la arboleda cree una cortina natural.
En el dormitorio, desde la cama y también desde la chaise longue junto al ventanal, la mirada es de largo recorrido e incluso se intuye el mar.
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