Es posible que si nos plantearan realizar, con un trazo sencillo, la casa en la que nos gustaría pasar las vacaciones, dibujáramos una parecida a esta: una construcción de madera, con cubierta a dos aguas y en mitad del campo. “La madera es tan acogedora –comenta el propietario– que a la hora de pensar qué casa queríamos y qué materiales utilizar no tuvimos ninguna duda en elegirla. Queríamos un entorno confortable para toda la familia, por eso forramos las paredes interiores también con tablones de madera y, en cierto modo, reprodujimos la estructura de las tradicionales cabañas del norte de Europa”, explican.
Los propietarios, de origen holandés, conocían bien la zona: “La naturaleza de este lugar siempre nos ha parecido sugerente: invita a la acción y a la placidez al mismo tiempo”, comentan. Emplazada en una colina, las vistas son magníficas y el manto verde que forma el jardín es una prolongación natural del entorno: “En el mes de abril empezamos a venir y lo hacemos hasta septiembre. Las caminatas y paseos campestres son habituales, así como la pesca, que practicamos en el río, a unos metros de aquí”.
Con capacidad para hasta diez personas y 300 m2 de superficie construida, la concepción formal y el diseño interior son del propietario, quien contactó con un buen constructor para llevarlas a cabo. “Las líneas maestras eran sencillas –aclara–. Está dividida en dos plantas y la superior, abuhardillada, alberga los dormitorios. La planta baja, las zonas comunes: la cocina, abierta al comedor y, en conexión, el salón principal. Nos interesaba crear un lugar de acogida en el que tanto la familia como los invitados tuvieran intimidad y disfrutaran de las mismas comodidades”. Así, cada dormitorio es una suite con estar y baño propio: “La zona infantil la hemos cuidado mucho –continúa–. Tenemos dos hijos, de 10 y 5 años, a los que hemos destinado un espacio que puede transformarse con facilidad”.
La luminosidad, espectacular, se consigue gracias a la profusión de puertas y ventanas, cuidadosamente orientadas, y a las aberturas cenitales: “Este es un espacio abierto a la naturaleza”, afirma el propietario. De noche, desde los dormitorios, la visión del cielo, libre de polución lumínica, es extraordinaria. Dentro, el color blanco, utilizado en paredes y techos y en parte del mobiliario, contribuye a relajar el espacio: “La mayoría de las mesas, los bancos y también las camas de los niños o ciertas zonas de los baños los he construido yo mismo”, explica el propietario. No en vano invirtió dos años en concluir este refugio de cuento.