Compraron esta casa para solucionar los problemas de espacio de su numerosa familia. “La casa no tenía ninguna gracia, tenía una decoración de los años ochenta en amarillo y azul, con arcos y cenefas frutales... Pero era lo suficientemente grande para que tanto nosotros como nuestros cinco hijos tuviéramos un espacio propio”, dice la propietaria, Maribel Valero.
“El exterior también nos iba a permitir disfrutar todo el año al aire libre”. Al gran jardín con piscina y vistas al mar, se accede por un porche decorado como un salón de exterior, con chimenea. “Aquí comemos, invitamos a los amigos y los niños entran y salen continuamente”. La vivienda se liberó de dorados y brillos.
“La quería luminosa y con aire campestre, como en Ibiza”.
Su nombre, “Disparate” da pistas sobre la complicada reforma que gestionó Maribel. “Mis hijos la bautizaron así porque era lo que contestaba mi marido cuando se me ocurría algún cambio”, cuenta riendo. Pero en una familia donde el perro se llama Chewaka, la casa no iba a ser menos. Uno de los “disparates” de Maribel la llevó a descubrir el techo de madera de la primera planta, que unificó los nuevos dormitorios, ampliados con parte de dos terrazas cubiertas.

Volvamos a empezar
Esta masía me la quedo ¡yo!
También ideó una planta baja abierta al exterior, y un semisótano con patio, para los dormitorios de los tres chicos. La “customización” de la casa fue total, incluso sus propios hijos la ayudaron a decapar algunos muebles. “Y con las puntillas de herencia confeccioné las cortinas y toallas en mi taller de alta costura Esteban Freiría, otro más de mis "disparates".