Un espléndido olivar en Carmona, Sevilla, no podía alojar una casa cualquiera. En esta zona, salpicada de nobles cortijos de labranza, se levanta esta casa. “Cuando el propietario vino a mi despacho para explicarme que había comprado un olivar y que quería construir allí su casa de verano, tenía las ideas muy claras –recuerda la interiorista Amparo Garrido, autora del proyecto–. Quería que fuera una construcción de arquitectura tradicional con aires de modernidad. Acogedora pero no campestre”.
Como en el siglo XIX
El trabajo entre propietario e interiorista se prolongó a lo largo de dos años. “La idea de crear un chozo (una edificación rural tradicional) me pareció muy atractiva –explica Amparo– y tuvo que venir un chocero de Huelva a construirlo”. El chozo es una construcción tradicional de campo, del siglo XIX, típica de la zona de El Rocío, que daba cobijo a pastores y agricultores. Se levanta sin cimientos mediante una torre de hormigón y unos postes de madera sustentan el porche que le da sombra. La cubierta es de brezo, fundamentalmente de castañuela, una variedad de herbácea impermeable y muy resistente, y las paredes de mortero de cal y arena.

CON VISTAS AL MAR
Decoración clásica en una casa andaluza
Un interior sorprendente
Pero este no es un chozo al uso. En su interior, el pavimento de microcemento, la cocina abierta al salón, el techo de madera blanca y la distribución y la decoración actuales lo convierten en una casa atemporal que busca en el pasado pero se proyecta en el futuro. En el trabajo de Amparo se adivinan los veranos en el sur de Francia, sus escapadas por el Mediterráneo y su pasión por el espacio, el color y la luz bien interpretados. Y en ese fluir de los espacios también se incluye el jardín, proyectado por la paisajista Sonsoles Pérez Iriarte y presidido por unos olivos centenarios con cuyo fruto los propietarios quieren hacer una pequeña producción de aceite.
La casa, de una sola planta, cuenta con varios dormitorios y un anexo para los invitados. “La idea era aportar naturalidad y frescura. De ahí que el porche se haya pintado totalmente de blanco –algo impensable en un chozo tradicional–. Hay que saber darle la vuelta a todo”.

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