Pasó horas y horas recorriendo tiendas de materiales recuperados en busca de las piezas más adecuadas para la casa. “Por ejemplo, la piedra de Pals que cubre las fachadas y buena parte de las paredes interiores. Es una piedra que ya no se encuentra, la única posibilidad es conseguirla en tiendas de derribos”. Nos habla Josep Curanta, de Casas Empordà, que junto a la arquitecta técnica Nuri Vidal firma la rehabilitación de esta casa construida a principios del setecientos.
“En realidad me he ocupado de la última obra, del aspecto actual, pues la construcción original tiene más de tres siglos de historia y durante este tiempo la casa ha sufrido muchos cambios y ampliaciones”. Quizá es por el uso de esos materiales únicos, o por la combinación maestra de elementos, como los distintos techos de la casa –vigas de cemento pintadas a la cal en el salón, una bóveda en el vestíbulo, revoltones en el comedor o vigas de pino en el dormitorio principal– que, al recorrer las estancias, nos invade una sensación de serenidad y equilibrio: todo está en su lugar y todo tiene un sentido.
Aunque está en el centro de uno de los pueblos más bonitos del Alt Empordà, parece que estemos aislados del mundo. “Es un lugar muy tranquilo y su jardín, con el muro perimetral de piedra que lo protege, es un oasis de paz y sosiego”, remarca Josep.
Al fondo, al otro lado de la piscina, un porche adosado al muro alberga un delicioso estar, un chill out donde es fácil imaginar –y envidiar– las veladas estivales que acoge.
Un viejo pozo, ahora en desuso y protegido por una reja, rinde honores a la larga historia de esta casa. “No es una casa señorial, pero creo que hemos sabido rescatar todo el esplendor que guardan los lugares auténticos y vividos”. Y cuando habla en plural, el interiorista se refiere al equipo de carpinteros y pintores experimentados que han creado los ambientes con destreza y cariño. Y también piezas como las sillas verdes y blancas del comedor del porche, bajo el cañizo que tamiza la luz del sol. “Están hechas a mano expresamente para este lugar”, señala.
Al tiempo que recuperaban el carácter antiguo de la casa, “quisimos darle también lo mejor del mundo actual. Por ello ampliamos las ventanas y las puertas para dejar entrar la luz, y creamos espacios diáfanos y comunicados que transmiten sensación de amplitud. Desde el comedor, por ejemplo, la vista atraviesa el salón y llega hasta el porche y el jardín. Y no renunciamos a la mejor tecnología en instalaciones, como la calefacción radiante bajo el tradicional suelo de barro cocido”. Una precisa y magistral combinación de ingredientes que explica por qué sus actuales propietarios, un matrimonio joven con tres niños, esperan con una intensa ilusión que llegue el fin de semana. Como dice Josep, “saben que vendrán aquí”.