Cuando la encontraron sus actuales dueños, esta casa, antigua vivienda de pescadores, estaba hecha un espanto, pero a pesar de su estado calamitoso prometía convertirse en un eficaz refugio para toda una familia. Así lo vieron quienes la contemplaban, la compraron y se pusieron a la tarea.
La han ido restaurando poco a poco con mucho amor y muchísimo buen gusto. En una zona del jardín (un exterior que contaba ya con árboles centenarios como el fantástico palosanto) instalaron un armazón metálico por donde se extiende la yedra y otras plantas trepadoras para conseguir así un porche a la manera de pérgola. Una solución buena, bonita y barata, y absolutamente acorde con la naturaleza. El antiguo porche lo cerraron, integrándolo en la casa y transformándolo en comedor.
Y ya traspasadas las puertas vayamos a por los interiores. No tenían muchos metros cuadrados con los que jugar, y los dueños decidieron abrir grandes vanos cuadrados en los tabiques, comunicarlo todo y hacer de varias estancias una sola con distintos ambientes. Además, eligieron una decoración sencilla y discreta, pero con ciertos elementos delicados y exquisitos.
El salón, en el área más resguardada, con un gran sofá, una mesa de origen indio y un par de vitrinas para libros, tiene un aire informal y muy acogedor. El comedor sigue la misma línea estética, con la mesa, las sillas y el banco de almoneda. El toque sofisticado lo ponen la lámpara de techo y los apliques. Para la cocina se han elegido muebles muy actuales y prácticos, y se han combinado con unos azulejos pequeños rosa palo.
Queda claro que los dueños han apostado por la naturalidad pero no han querido prescindir del refinamiento. No es un objetivo fácil, que el equilibrio perfecto y eficaz no se alcanza a la primera. Y en eso reside precisamente la buena mano, en hacerlo en las justas proporciones. Fijaos bien. Los toques mágicos están en el acabado decapado de las vitrinas de almoneda o la funda de lino grueso del sofá en el salón, en las lámparas del comedor y en los azulejos de la cocina.
Los dueños han apostado por la naturalidad pero no han querido prescindir del refinamiento
Pasando ya a otras habitaciones, en la mezcla del lavabo de mármol, encimera incluida, con unos clásicos y dulces azulejos beis en el baño, y la presencia del dosel con tela de gasa en el dormitorio principal. Y en toda la casa: el azul lavanda con que se han pintado ventanas y contraventanas, la paredes de un leve vainilla y ese suelo de madera de lamas anchas, generosas y confortables.
Y para acabar, una de esas buenísimas soluciones que se hacen más evidentes en casas de metros contados como esta (como las nuestras, en tantos casos). La segunda planta, la de los dormitorios, tenía un techo falso que ocultaba un gran espacio, un aislamiento característico de otros tiempos no tan lejanos. El caso es que se puso al descubierto, se hizo la conexión con la altura inferior a través de una escalera de escalones voladizos para minimizar su presencia, se creó un zona de estar en el espacio superior y se aisló a conciencia y con métodos más actualizados la techumbre. Un gran acierto. Y además algo que nos sirve a cualquiera: se aprovechó el hueco bajo la escalera para instalarse un gran armario empotrado que, con sus puertas de cristal y visillos, aúna ligereza y utilidad.