La proximidad del mar se siente en cuanto te acercas a este oasis marbellí. El azul luminoso de las paredes del salón y del comedor aporta ese extra de relajación tan propio de él. Y no solo se ha elegido para los muros: en los sobres de las mesas de centro gemelas se equilibra su presencia. Pero la montaña está cerca y su esencia se asoma desde los ventanales a modo de sosegado jardín. El aroma de las rosas, del jazmín, de naranjos y limoneros, te devuelve la calma. Aunque su aire rústico no olvida la elegancia, presente en detalles como los textiles naturales o la fina porcelana. El encanto campestre que no renuncia a la distinción se reproduce en la cocina. El tono crema de los armarios y la campana de obra evocan tiempos en los que ésta era el centro de la casa. Como muestra de que hasta lo más pequeño cuenta, un mosaico delimita con pulcritud la zona de cocción. En el dormitorio, la cama tipo barco ocupa el espacio central. Sus líneas redondeadas nos descubren un ambiente muy femenino. Las cortinas caen delicadamente sobre el suelo y suman romanticismo. Un ambiente para soñar, fruto de la precisión en los detalles y la calidad de los acabados.
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