Si no fuera por la naturaleza y las vistas del Pirineo que se cuelan por los ventanales, ¿quién diría que no estamos en el centro de una gran ciudad? Arte en las paredes, mesas con ruedas de aspecto industrial y aplicaciones de hierro, cómodas y armarios de madera decapada, prácticos sofás diseñados a medida y una gran chimenea de líneas minimalistas presidiendo el salón. El motivo de esta decoración casi urbana es que los propietarios “no querían que fuera únicamente un refugio invernal –apunta Marta Tobella, de Sacum, autora de este proyecto– y se huyó de condicionar la decoración al entorno. Solo las lámparas de ratán en el comedor o los enormes cestos con leña delatan la situación geográfica de la casa”, concluye.
Una chimenea "atrevida"
Los espacios se ordenaron en función de las vistas, que se disfrutan desde todas las habitaciones e incluso desde el baño principal. “Al pensar la distribución del salón llegó el conflicto –recuerda Marta–. La chimenea debía ser el centro de la estancia, pero si la situábamos en la pared perdíamos la panorámica. La solución fue que estuviera en el eje central de las cristaleras, con los sofás dispuestos a su alrededor. Un atrevimiento del que ahora todos nos alegramos”.
Madera cálida y urbana
También fue un acierto el acabado que dieron a los revestimientos de madera, tan habituales en una casa de montaña, pero que pueden acabar resultando agobiantes, explica la interiorista. “En esta vivienda le hemos dado un tratamiento muy contemporáneo y así la madera mantiene su presencia sin imponerse. El pino natural utilizado en techos y carpinterías está decapado, oscurecido con un barniz en tono nogal y luego pintado en un color gris chimenea y lijado. El suelo, en cambio, es de roble envejecido y necesitaba un contrapunto para que en el interior la sensación general fuera de amplitud, de ahí que escogiéramos un tono claro para el techo.
Decoración atemporal
Las tonalidades de gris en las paredes, el uso de la pizarra en los baños y la acertada selección del mobiliario ayudan a que sea una casa atemporal, perfecta para disfrutar en cualquier época del año, ya sea contemplando cómo el paisaje cambia con las estaciones o pasando horas cocinando, que es la gran afición de la propietaria. La cocina, totalmente independiente, es su feudo privado: “Decidió aislarla de la sala y el comedor tras una gruesa cristalera para evitar interferencias y potenciar la sorpresa cuando el plato llega a la mesa”, confiesa Marta.