“Llena de luz, abierta al exterior, con espacios comunicados… y muy andaluza”, resume la propietaria. Con estas premisas, la casa se construyó según el proyecto del arquitecto Ernesto Merello. Y desde entonces la pareja y su hija, que ya tiene hoy veinte años, la han disfrutado cada día.
“Para nosotros era fundamental la zona de porche y el jardín. Piensa que durante nueve meses al año podemos hacer vida en el exterior”, comenta Silvia, a quien acompaña Rocío Moreno, la interiorista con la que ha decorado la vivienda, que añade: “Cuidamos especialmente el mobiliario del porche. Es el espacio más utilizado y lo equipamos con piezas muy seleccionadas, como la cama india que hace las veces de sofá, o la mesa y las sillas del comedor, muy cómodas”.
Una vez en el interior de la casa, este estrecho vínculo con el jardín se mantiene intacto. Y es que el salón, decorado en blanco y con pinceladas de verde, se abre al exterior por dos grandes ventanales. Esto no es casual, ya que desde el primer día que trabajaron en el proyecto de la casa Silvia tenía claro que quería espacios diáfanos, donde la luz circulara. Buena prueba de ello es el comedor exterior, que se comunica directamente con la cocina: “Me gusta mucho cocinar, por eso situamos la cocina justo entre los dos comedores, el del porche y el interior; así no me quedo aislada cuando vienen invitados y los movimientos para servir la mesa son fluidos y cómodos”.

Silvia puede trasladar su pasión por la gastronomía a su vida profesional pues es la propietaria de la cafetería KE, muy popular en la zona. En la cocina destaca la magnífica alacena de madera blanca, que perteneció a la abuela del propietario, y también el color de las paredes que Silvia llama, muy expresivamente, “fresa matado”.
Y es que la paleta de colores es quizá lo que mejor define la personalidad particular de esta casa. Sobre el blanco roto que domina en paredes y textiles, suaves tonos pastel crean una atmósfera de placidez muy lograda. “Trabajamos mucho la selección de los tonos, nos encanta especialmente el verde suave de la carpintería”, interviene Rocío.
Este espíritu relajado llega hasta el dormitorio de Silvia, su refugio en la planta superior. Aquí, se repiten los mismos colores presentes en toda la casa: un blanco, fresco y cálido a la vez, envuelve las paredes, el cabecero y la ropa de cama, salpicada por pinceladas en verde. Precisamente este color es el otro gran protagonista del espacio, con la chaise longue de terciopelo que perteneció a su abuela. Aquí, Silvia tiene su refugio privado durante las tardes más calurosas de verano.