Encaramada en un acantilado y con una fachada del color de la tierra que la mimetiza con el entorno, se alza discretamente una casa que vive al aire libre, asomada al Mediterráneo y con las estrellas como techo las noches de verano. Proyectada por el arquitecto Benjamín Calleja, está situada cerca de la localidad de La Mola, en Formentera. Es sencilla, natural y con un atractivo aire agreste. Su jardín, con plantas autóctonas y grava del color del suelo terroso, parece formar parte del terreno propio de la isla. Tanto es así que en su construcción se mantuvieron los desniveles del terreno, existiendo una especie de “terrazas” sobre las que también se apoya el edificio. Naturalidad y respeto absoluto por el entorno balear: ésas son las premisas de la casa.
Con las estrellas como techo
Pero si hay algo que sorprende en ella, es su apertura al exterior. A su alrededor hay zonas de chill out por todas partes, desde el estar bajo el encañizado hasta el comedor, el lounge y ¡la camilla de masaje! Se tiene la sensación de estar fuera todo el tiempo. El salón interior, por ejemplo, está rodeado de cristaleras que llegan casi hasta el techo y que permanecen abiertas casi siempre en verano, de manera que el aire fluye en fresca corriente. Todos los espacios se intercomunican, de tal forma que la continuidad entre ambientes es absoluta. Y es que a sus propietarios, una pareja con dos niños, les encanta reunirse con sus amigos y disfrutar de las noches estrelladas de los días de verano.
En el comedor, las tertulias se alargan hasta la madrugada y la zona del lounge resulta perfecta para las relajantes copas que rematan la velada. Sin embargo, en invierno las cristaleras se cierran y lo que era un salón abierto queda convertido en un espacio íntimo y recogido. Eso sí, con espectaculares vistas al Mediterráneo por todas partes, con lo cual la sensación de “estar fuera” sigue aún presente.
La sencillez de los materiales nobles
Recorriendo la casa, llama la atención la sencillez de la decoración, que aprovecha los materiales nobles para crear piezas sencillas y discretas. Así, en el porche, la fibra vegetal, fresca y flexible, es el material de la zona de estar, mientras que en el comedor la madera en bruto es un elemento esencial. Para dar sombra en verano, un techo de cañizo refresca las tardes de canícula. Por lo demás, piedra y más piedra. Así, la zona del lounge se basa en unas colchonetas colocadas sobre un soporte de piedra (eso sin mencionar la bañera de piedra colocada en un rincón del porche: una delicia).

En Formentera
El paraíso en la tierra
Fusión interior-exterior
Una vez en el interior, la filosofía de integrar el paisaje se mantiene en colores y materiales. El salón, por ejemplo, tiene el tono de la tierra. Los tostados, crudos y arenas de los algodones y las fibras naturales se confunden con la grava y la madera del exterior. ¿Fuera o dentro? ¿Dentro o fuera? Imposible determinarlo; todo se mezcla en una fusión sorprendente. Incluso la cocina, abierta al salón ¡y al porche!, parece ser una continuación del paisaje por su simplicidad y naturalidad. No hay trampa ni cartón, todo está a la vista. Largos estantes volados hacen de armarios, mientras que, en el centro, una mesa de madera en bruto contempla dos lámparas colgantes hechas con capazos de fibra natural. ¿Dentro o fuera? El hilo conductor se apoya en un elemento clave: un suelo idéntico de mármol para toda la casa que sólo se interrumpe en la salida al porche con uno de barro cocido.
Pero nos adentramos en la casa para descubrir los dormitorios. Hay cuatro, y los cuatro idénticos. A la entrada de cada uno, un número de zinc (1, 2, 3 y 4). Austeros y minimalistas, tienen las camas en el suelo y TV en el techo. ¡Se trata de descansar! El suelo sigue los desniveles del terreno con escalones donde el arquitecto ubicó las camas, sin cabecero. Todo simple, sencillo, con materiales naturales: piedra, madera, fibra vegetal, algodón y lino. Rindiendo homenaje a la tierra, al cielo y al mar. Claro, ¡esto es el paraíso!