La costa gaditana enmarca esta vivienda, pensada para disfrutar del sol y de la naturaleza que la rodea. Mientras el aroma del jazmín perfuma el porche, la vista puede perderse hasta el mar que baña Gibraltar. En el salón y el comedor de verano las veladas al fresco son un sueño hecho realidad y ni la forja ni la piedra envejecida del suelo o las fibras trenzadas hacen sombra al paisaje. El vínculo de esta casa con su jardín se hace evidente, también, en el salón, que se abre al exterior a través de grandes ventanales. Textiles claros y muebles color miel lo llenan de calidez. El edén mediterráneo que rodea la casa hace del salón casi un estar exterior. Vestido con sedas y linos, sus paredes nacaradas te transportan a un palacete veneciano.
El comedor, sabiamente ubicado en un mirador, se interna en el paisaje buscando su luz. Una claridad que también inunda la cocina, que destaca por su mobiliario en blanco que minimiza su peso visual, y sus cuarterones que, junto con la encimera de mármol, imprimen un matiz clásico.
En la planta de arriba, una zona de lectura reina en el dormitorio, donde la terraza rescata el perfume del jazmín.
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