Acogedora, cómoda y sencilla. Con estos tres adjetivos se define muy bien esta vivienda, situada en la comarca catalana del Bajo Ampurdán. La casa era, en origen, un antiguo granero en ruinas: un conjunto de piedras antiguas que supusieron el punto de partida para diseñar la actual vivienda, obra de Lluís Auquer.
El arquitecto, artífice de muchas casas en esta zona, encabezó un proyecto que consistió en levantar de nuevo los muros, utilizando piedra, y el nuevo volumen se dividió en dos plantas mediante un forjado de vigas recicladas. Se abrieron también nuevas ventanas, que inundan de luz natural los espacios, y se pavimentó la planta baja con una toba artesanal hecha en La Bisbal.
En esta zona, la cocina comedor y el amplio salón conviven como un gran espacio único que conecta con el porche que recorre parte de la fachada. Las paredes en un tono neutro de esta gran zona son la base para una decoración muy cálida.

REGRESO AL PASADO
Construida como una masía del siglo XIX
En verano, interior y exterior se funden en uno y el porche se convierte en el comedor oficial. El porche se decora con glicina, una planta caduca que resulta ideal en verano por su sombra, e ideal en invierno por dejar que el sol tueste a sus invitados.
De la construcción original se sostenía un arco de ladrillo que tanto propietarios como arquitecto quisieron conservar: hoy es un elemento clave en la segunda planta, donde un sistema de puertas correderas permite tener dos habitaciones y un baño. La luz llega aquí cenitalmente, a través de grandes tragaluces, y descubre unos espacios transparentes, decorados de forma espontánea; una simplicidad -con la madera como protagonista- que es donde radica, precisamente, su belleza.