Los números se acumulan cuando Jaime, el propietario de esta casa, explica cómo eligió su ubicación y cómo la construyó: “Tracé un círculo de 120 km alrededor de Madrid –recuerda– y lo estudié a conciencia. Fue el entretenimiento de todo un año”. Ganó la búsqueda este rincón del valle del Tiétar, soleado y rodeado de leves montañas en el que, primero, levantaron un refugio provisional de piedra, bautizado por los pequeños de la familia como “la casa de los tres cerditos”.
Tú, los planos. Yo, la decoración
“Nos instalamos allí los dos primeros años para experimentar el lugar antes de construir la casa definitiva”, aclara Jaime. Esta se levantó en una ligera elevación cerca de las fuentes, las pozas del arroyo, las praderas y el monte: “La casa no se ve hasta que estás encima de ella, así que cumplía nuestro principal requisito, ver sin ser vistos”. Jaime y Teresa se dividieron responsabilidades. Él se ocupó de los planos y la distribución y ella de la decoración.
Conviviendo con la naturaleza
“Pusimos mucho empeño en respetar el entorno –explican– y decidimos no arrancar un solo árbol ni desplazar una sola roca, lo que dificultaba la ordenación de espacios que, además, debían tener luz natural”. Árboles, rocas, musgo y líquenes le dan a la casa un encanto especial. Los 350 m2 de la planta se distribuyeron entre los dormitorios, el gran salón y la cocina y comedor independientes.
Calor y confort eco
La casa se alimenta de fuentes de energía renovables, como la del sol, gracias a las placas fotovoltaicas instaladas en la cubierta plana, invisibles desde la fachada, cuyos muros se embellecieron con estuco a la cal. Son muros gruesos, como los de las casas antiguas. “Evitar oscilaciones térmicas era básico, de ahí los muros de 60 cm y la lana de roca, un aislante natural”. Cuando observas la cuidada arquitectura y la magnífica selección de mobiliario, objetos y textiles, los números cuadran y entiendes, uno a uno, los años invertidos en este rincón de sibaritas.
El jardín
y el paisaje se funden
Al estar a unos 800 metros de altitud, la temperatura no es extrema y la terraza se ha acondicionado para vivirla todo el año. A la variedad de arboleda de la finca –fresnos, encinas, enebros...– se añade la riqueza natural del monte que la rodea, sin ninguna construcción a la vista.
Objetos
de distintos orígenes
La decoración es una suma de detalles, como el rodapié pintado a mano con pigmentos o los objetos decorativos elegidos a conciencia en anticuarios, ferias y tiendas de media España –de Asturias a Andalucía– e Inglaterra (desde la ciudad de Bath, por ejemplo, fletaron un camión cargado de piezas).
Apostar por lo más natural
El pavimento, tanto interior como exterior, es de barro natural de Materiales de Época. Cálido en invierno y fresco en verano. La pintura interior se realizó con pigmentos naturales y la fachada se cubrió con un estuco a la cal 100% natural. Así, la casa respira y en ella se respira un aire más sano.