El amor por las líneas puras, la claridad y los detalles fue un sentimiento que compartieron la interiorista Vanda Jewiss y el arquitecto Eduardo Dorissa, autores del proyecto. Un buen ejemplo de ello es el magnífico comedor de la casa, donde la chimenea y la soberbia lámpara de hierro forjado refuerzan el aire noble y solemne de esta estancia.
El mobiliario antiguo tiene un gran protagonismo en esta estancia, y se combina con acierto con piezas más actuales de corte clásico, logrando un estilo propio muy atractivo.
El patio interior, seña de identidad de las construcciones del campo andaluz, se mantiene en el corazón de la casa utilizándose como estar de verano, y el salón se organiza entorno a una rotunda mesa de centro de herencia, que contrasta con una decoración en tonos suaves.
El patio interior es una seña de identidad de las construcciones del campo andaluz
La cocina se proyectó en torno a una isla, que cuenta con una gran superficie de trabajo, incluyendo un fregadero, y mucho espacio de almacén que evitó tener que incluir armarios altos. Las encimeras y los antepechos son de granito negro, y la calidez proviene del mobiliario de madera de roble, pintado en dos tonos distintos.
El dormitorio principal disfruta de una acogedora chimenea y una pequeña zona de escritorio que hace las veces de tocador, en la zona más luminosa de la estancia. Una estancia que rebosa delicadeza y feminidad, cualidades presentes en todos los rincones de la casa.