Dara vive con su marido y sus hijos en Barcelona, pero siempre tuvo un sueño: encontrar una casa en L'Empordà para disfrutar de fines de semana y vacaciones. "Algo pequeño y fácil de llevar", dice. Y esta casa lo es: responde al 100% a sus deseos.
El proyecto
No le asustó aquella oscuridad y aquellas habitaciones pequeñas típicas de las casas de pueblo de la zona. Y supo ver lo que podía dar de sí: "Eliminamos los falsos techos, que hacían las habitaciones bajitas, y dejamos a la vista las vigas y las bovedillas originales; picamos revestimientos para sacar la piedra original; abrimos la cocina al jardín; cambiamos los colores... y la luz cambió completamente".
Más vistas, más espacio
También abrieron pasos y ventanas nuevas donde pudieron, y de tres habitaciones en la planta superior, hicieron dos, más amplias y con mucha más claridad. Pudo recuperar casi todas las carpinterías (salvo las de la cocina, que se hicieron nuevas pero respetando el estilo de la casa) y al darles este color azul tan especial, consiguió espacios más frescos y luminosos.
El resultado final es una casa que sorprende a todo el que entra. "Antes, entrabas y te daban ganas de salir corriendo –cuenta–. Pero ahora te dan ganas de cerrar la puerta y quedarte. Ha ganado luz, comodidad, encanto… Es una casita que no te esperas que sea así. De hecho, la gente, cuando entra, me dice: '¿Pero esta cucada de dónde ha salido?". De manos de Dara Díaz. Chapeau, Dara.
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