Hay veces en la vida en que lo queremos todo. ¿Y por qué renunciar a ello? Nos han enseñado que debemos elegir blanco o negro, A o B, y una vocecita interna nos machaca con un “todo no se puede tener”. Por suerte, Montse, la protagonista de esta historia, no escuchó sus prejuicios y fue ambiciosa: lo quería todo. Y no renunció. Y ganó: quería una casa en el Baix Empordà. Tenía que ser luminosa y amplia, pero cálida. De estilo atemporal y muy de la tierra, aunque fuera nueva. Debía tener muchos espacios de exterior, pero resguardada del sol directo, cómoda para disfrutarla en petit comité, con su marido y sus hijas, y también para llenarla de familiares y amigos. Y, además, quería todo eso en muy poco tiempo. Olé. ¿No es desde ahora Montse un ejemplo a imitar? Ideas claras, objetivos cumplidos. ¡Fantástico!

Volvamos a empezar
Esta masía me la quedo ¡yo!
La vivienda se encuentra en el encantador pueblo de Begur, en el Baix Empordà. “Nueve meses después de comprar el terreno ya disfrutamos de nuestro primer verano aquí” (sí: nueve meses, ha dicho sólo nueve meses). Y si Montse es un ejemplo a imitar, necesitamos saber las claves de su éxito. La primera clave, según ella, llegó con el arquitecto, “nuestro amigo Joan Muixí. Enseguida captó nuestra idea de una casa con aire provenzal, pero con arcos de carro, vigas, puertas mallorquinas y tejas antiguas como las casas de Begur, para que se integrara bien en el entorno. Y sacó partido del terreno en pendiente al distribuir la casa en varios niveles. Estos se abren al jardín y a la piscina, a porches con vistas a la montaña y al mar, donde hacemos mucha vida, o a la galería junto a nuestro dormitorio, que disfrutamos incluso en invierno. Allí me gusta coser mientras mis niñas, Claudia y Adriana, juegan.
Si estamos solo los cuatro, hacemos vida en la planta baja, con la zona de día y nuestros dormitorios. Y si tenemos invitados, abrimos la primera planta”.
La casa, como no podía ser de otra manera, irradia luz. Está elevada, encarada al Sur, con muchas aberturas al exterior e interiores comunicados. “Para darle calidez elegí un blanco roto de una carta de colores inglesa. Y mucha madera, natural o lavada. El verde agua de las puertas mallorquinas lo saqué de otra carta de color francesa”. De nuevo, queda claro que estamos ante una mujer decidida.
Otra prueba de su determinación: para ganar tiempo en la compra de muebles, Montse concentró proveedores, lo que también le permitió unificar tonos y estilos. “El mismo tapicero me hizo los sofás, los cabeceros y las colchonetas. También fui a la feria Maison & Objet de París con mis planos y compré bastantes muebles. Otros y algunas cestas artesanales los compré por internet a un fabricante de Murcia”.

UNA MASÍA ACTUALIZADA
Más cómoda, más luminosa
La cocina fue uno de los espacios que más pensó. “Hacemos mucha vida en ella, y a mi marido Alberto le encanta cocinar. Como está orientada a Norte había que potenciar la luz natural, darle el estilo sereno y campestre de la casa y lograr que fuera funcional”. Como resultado, está llena de detalles decorativos que la hacen única: los muebles de tablas de madera blancas con encimera de mármol, las molduras de yeso que decoran el techo y le dan un toque clásico, los armarios altos con tela estampada en tonos naranja, a juego con la vajilla...
¿La última clave del éxito? Una buena iluminación. “La proyectó mi amigo el interiorista Rafael del Castillo. Los apliques metálicos de aire vintage fueron idea suya”, dice. Aunque aquí (qué duda cabe) la luz verdadera es la de la cabecita de la dueña.