¿No querrías quedarte todo el día ahí fuera contemplando el mar? Desayunar, comer, ver atardecer, leer, dormir la siesta con la brisa en la cara... ¡Todo ahí fuera, por favor! Por eso, no nos extraña nada que la arquitecta Cristina Carbonell apostara por romper las fronteras entre interior y exterior. Que sintiéramos el salón en la misma playa, que nunca, nunca, dejáramos de ver el mar.

¡Viva la luz!
La Provenza... en Sotogrande
Si la estructura de la casa está pensada para la fusión con el paisaje, la decoración no podía ser menos. Pocos muebles para dar máximo protagonismo al paisaje. Por eso las piezas principales son de obra: los sofás, las literas de los niños, los armarios, la cama de matrimonio, los lavamanos de los baños... “No quería colocar elementos externos, sino utilizar pocos materiales y que fueran muy simples”, nos comenta Cristina. Es, además, una fantástica manera de que la casa funcione como un todo. Y en blanco, por supuesto, un bellísimo y veraniego blanco.
La gracia de los muebles de obra es que, además de ser básicos, sencillos, y resultones, necesitan pocos compañeros: el estuco a la cal que los reviste, la madera blanca y tintada, el mármol macael de la cocina y el mortero de reparación que cubre los suelos dando un aire rústico al espacio. “Son materiales naturales y nobles”, cuenta la arquitecta. Y se declara, sin dudarlo, su fan número uno, “porque envejecen muy bien. Es más, con el tiempo mejoran”. Nos quedamos con esta idea y con las ganas de volver a esta casa para redescubrirla en invierno... ¿Será igual de bonita?

CASAS DE VERANO
Mi casa tiene historia, era un convento