Alto ahí: detén tu vida un momento. Vamos a pararnos aquí un poco, contemplando esta casa, casi sintiendo el sol que recibe. Nos entran ganas de andar descalzos, de sacar nuestro lado más disfrutón de la vida. Y es que en ella podríamos escribir un tratado de lo que definimos como mediterráneo: desde una hamaca en el jardín que reivindica el arte de la siesta (“promete calma y mucha siesta, lo que querían los propietarios”), hasta un frondoso jardín, o esos materiales naturales en muebles, telas y detalles decorativos que nos recuerdan de dónde venimos y colores que nos llevan de vuelta al mar. ¡La vida! Pero hay más: hay un toque de frescura. De descaro, que esto es el siglo XXI, amigos. Eso era lo que deseaba esta familia: una casa con “un sabor marcadamente mediterráneo, que fuera veraniega y luminosa y, a la vez, muy acogedora”. La encontraron en una localidad costera cerca de Barcelona.
No hubo que hacer reforma, así que uno de los objetivos de Meritxell Ribé, de The Room Studio y responsable del proyecto de interiorismo, fue “endulzar los espacios”. Porque eran muy geométricos. Y los espacios muy geométricos tienden a verse duros, fríos. “Para matizarlos apostamos por combinar diferentes materiales y escogimos piezas que no tuvieran las líneas muy marcadas. Como el sofá, con sus laterales de madera, o la mesa del comedor, que es redonda para huir de las líneas cuadradas”.

¿Y la original lámpara de techo? “Como ya había dos lámparas colgantes en la cocina, que está al lado, nos pareció que repetir otra lámpara de techo convencional no hubiera quedado bien. Escogimos esta (con un brazo que dibuja una curva en el aire), que descentra el punto de luz y es giratoria. Al final, lo que buscábamos era crear ambientes poco recatados, con un punto descarado y desenfadado. Pero siempre en armonía y equilibrio”, dice la decoradora. Este descaro encuentra su máximo exponente en el sorprendente (y fascinante) mural marino del dormitorio.
Es como entrar en un pequeño mundo acuático que parece velar por los sueños de los propietarios. Si no, ¿qué hace una gran ballena azul sobre su cama? “Les encanta el mar y son unos apasionados del arte. Así que unimos ambos conceptos. Y de ahí salió la idea del mural marino de su dormitorio”, cuenta Meritxell. “Querían que el mural fuera acuático y de tonos azules”, añade Joana Santamans, la artista que lo pintó. “Les presentamos un esbozo y les encantó –recuerda Meritxell–. Es un cabecero personalizado y, a la vez, una obra de arte firmada”. Y como la pintura es acrílica y tiene un acabado metalizado, cuando le da el sol, este pequeño mundo acuático parece adquirir vida propia. Vida que se suma a la del resto de la casa, ¡que ya es decir!