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El sublime equilibrio entre modernidad y nostalgia asoma en esta casa menorquina en todo su esplendor. Como una joya antigua en manos de una mujer joven, una selección de piezas de almoneda y de anticuario salpican el salón comedor bajo la mirada de las vigas de hormigón. Todo inundado por la luz del Mediterráneo que, a un paso, deja sentir su presencia en el contemporáneo porche abierto al campo y vestido con mobiliario de teca. En el comedor, las persianas venecianas, de línea más actual, armonizan en un ejercicio de buen gusto con la mesa del siglo XVIII, de estilo inglés menorquín. Nada chirría, todo fluye con naturalidad. En este homenaje a la historia se miman los detalles: la antigua mesa está en la zona más luminosa. Un cuidado que se aprecia, también, en el dormitorio. La gran cama policromada se deja abrazar por el paisaje que entra desde la puerta que da al jardín.
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