Los niños corriendo por el jardín, la mesa a medio poner, los juguetes por el suelo... Así los pillamos y pensamos ¿no es así como se ve una casa de verdad? Llena de vida, de movimiento y de risas. Cuando llegamos a esta cabaña del Valle de Arán, esta pareja y sus tres hijos ya están ahí. Se han cogido unos días de vacaciones para celebrar que los niños habían acabado el cole. “Hay que celebrarlo todo”, dicen, y junto a ellos, rodeados de esta impresionante naturaleza y, en esta casa de montaña que parece de cuento moderno, no podemos estar más de acuerdo.
“Es el segundo año que venimos. Aquí nos sentimos libres, rodeados de naturaleza, de paz, con un clima ideal... ¡dormimos con manta! Nos gusta que no sea una casa de madera oscura, tan típica aquí, sino que las paredes y los techos son de un blanco luminoso y alegre”, nos comentan.
Rodeada de abetos, pinos y hayas, la casa es una construcción típica del Pirineo, con paredes de piedra, un tejado de pizarra y puertas y ventanas de madera oscura. Pero dentro es donde viene la sorpresa: se ha blanqueado y luce una cara más nórdica, con unos suaves grises y blancos, presentes incluso en las vigas del techo. Buena manera de hacer más luminoso un espacio. La vivienda, es cierto, tiene aires nórdicos, pero sigue igual de cálida que una construcción de montaña. Vigas vistas, piedra, madera, esparto: el recurso a la naturaleza está ahí. Es lo que pide el paisaje ¡y también la manera en que una familia urbanita consigue desconectar!
El espacio verde que rodea la casa es perfecto para ello: este clan no duda en aprovecharlo y han colocado unas cómodas hamacas, cojines, ¡y a vivir! Aunque si hace fresco, si llueve, hace frío (algo nada raro en el Pirineo), o simplemente si tienen pereza, también pueden disfrutar a gusto del paisaje desde el interior: grandes ventanas y puertas ayudan a que entre la luz, y también conectan interior y exterior, volviendo aún más natural el aspecto de la vivienda.
Siguen con sus cosas y nosotros fotografiamos la casa. Y nos damos cuenta de lo cómoda que es, con su amplia cocina con office abierta al salón (en vacaciones, ¿quién quiere necesita algo más?) y los dormitorios abuhardillados en la planta de arriba. La chimenea anuncia que en invierno será igual de confortable y que se podrá disfrutar todo el año de ella, ¡viva!
Estamos acabando cuando oímos a los niños gritar en el jardín. Su habitación, por cierto, es una delicia: toda en blanco, el color lo ponen sus cestos y juguetes. Diego, Noa y Yago quieren regalarnos un cesto lleno de cerezas. La vida misma.