De aquel viejo pajar que se desmoronaba en mitad de un verde prado ya no queda nada. Ahora es una encantadora casa de campo rodeada de jardín, un paraíso natural donde descansar en vacaciones y los fines de semana. En poco tiempo, ha conseguido la solera rústica de las casas de esta zona de Cantabria, al lado de Comillas. Pero tanto por fuera como por dentro tiene algo especial, algo que la hace única. Quizá serán los grandes ventanales que la hacen mucho más luminosa que las casas vecinas. O quizá su decoración, que tiene un aire vagamente francés...
Esta atmósfera de tranquila alegría se contagia desde el mismo vestíbulo y nos va cautivando según recorremos la casa. Su propietaria encargó a un constructor local la actual edificación en dos plantas, por las que se suceden amplias estancias con unas preciosas vistas. La blancura de las paredes forma un dúo de claridad con la madera de pino de Soria, utilizada en las vigas y en los suelos. Y sobre este escenario, sencillo y natural, se ha armonizado la decoración, confiada a la tienda madrileña Il Coc. De ella proceden la mayor parte de las telas, muchas de ellas linos naturales, y los muebles antiguos restaurados, muchos de origen francés.

Lo demás fue adquirido en mercadillos de la zona, en especial en la feria de antigüedades de Torrelavega. La clave decorativa ha sido mezclar muebles rústicos con piezas más sofisticadas. Después, las tapicerías, las lámparas, las flores... añaden su granito de arena para crear una atmósfera elegante y natural, que invita a una vida tranquila en este paisaje relajante.