Esta casa tiene varias vidas, y es que en su más de medio siglo de existencia, ha mudado de piel con cada una de sus reformas. Eso sí, siempre se ha mantenido intacta su identidad mediterránea: el suelo de barro artesanal, los pinos recortándose contra el azul profundo del mar... Hace unos años se agregó la piscina, justo al lado del porche con arcos de piedra, que es una construcción aparte de la casa. “Y ahora –cuenta la propietaria– hemos renovado el mobiliario del porche, porque la familia crece y hacía falta que éste fuera un espacio cómodo para todos”.
Las vistas son el atractivo principal del estar de verano, reconoce la propietaria. “Todo está preparado para sentirse integrado en el paisaje y disfrutarlo al máximo”, añade.
El porche, ubicado bajo una pérgola con un toldo ajustable, es un espacio abierto, dinámico y fácilmente adaptable a las necesidades de cada momento. Junto al estar encontramos otro comedor, que parece una réplica del del porche, con el que mantiene un contacto visual. Éste, sin embargo, al ser abierto, es perfecto para disfrutar de una larga sobremesa durante los días más soleados.
El salón ha crecido con la familia, adaptándose a las nuevas necesidades con una organización muy funcional del espacio. Precisamente, en esta reorganización ha jugado a su favor la propia arquitectura de la casa, con sus grandes arcos que separan sin dividir. Así, un gran espacio común reúne el salón, la zona de estar y un acogedor rincón de juegos arropado por una librería acristalada. Piezas de herencia y de almoneda conviven con otras de corte colonial. Y es que aquí cada pieza parece, como la casa, tener su propia historia que contar.

Más recogido e íntimo es el estar, que, alejado de los grandes ventanales que dan al jardín, es perfecto para las tardes más frescas del año. Su techo abovedado refuerza aún más esta sensación de cobijo. Como en el resto de la casa, la decoración se basa en las piezas de herencia de los propietarios, como la mesa de centro redonda, restaurada por Javier Rubio. Un antiguo buró junto a la ventana crea un rincón de trabajo muy personal. A diferencia del salón, donde las tapicerías eran blancas, aquí se impone un suave piedra, más cálido.
La atmósfera clásica del comedor se refuerza con las sillas de herencia y con las cuentas de cristal de la lámpara de techo, también de herencia. Pero la alacena de madera natural da un acertado contraste rústico, igual que la chimenea de piedra ubicada en una de las esquinas del ambiente. La propietaria nos cuenta que, para la nueva decoración de la casa, tuvo en mente en todo momento las villas toscanas: una combinación de estilos clásico y campestre conforman su personalidad propia, sin dejar nunca de lado el carácter práctico.
La inclinación del techo marca el carácter del dormitorio. En la reciente reforma se han creado armarios a cada lado de la cama, que incluyen decorativas hornacinas en su parte exterior. El cabecero de obra se remata con una repisa alta. Y las puertas de madera con cuarterones crean un sutil aire campestre. Las tonalidades y texturas de las telas terminan de completar el ambiente de tranquila serenidad que se deseaba dar a este dormitorio.