Durante más de ocho años viajaron por todo el mundo sin pensar en establecerse ni en tener casa propia. “Somos primatólogos y nuestro trabajo nos obligaba a vivir en el extranjero, sobre todo en África”, explica Pamela Köster, la propietaria. “La idea de tener hijos fue la excusa para hacer un alto en el camino, echar raíces y buscar un lugar donde crecer. Necesitábamos estar cerca de nuestras familias –comentan– y elegimos un punto, cercano a Cantabria y al País Vasco, donde Juan Manuel y yo tenemos familia”.
Y fue un vetusto edificio noble con escudo del siglo XVII en un pueblo aragonés lo que les enamoró definitivamente. Su encuentro con esta casa fue fortuito, fruto de una casualidad, como muchas cosas en la vida. “El inmueble que queríamos acababa de venderse. Nos mostraron esta construcción con más de 300 años de historia y, aunque estaba en un pésimo estado, ofrecía la posibilidad de hacer realidad nuestros sueños”.
“La idea –rememora la propietaria– era devolver a la casa su espíritu original, ampliarla con una nueva construcción y asentar un luminoso jardín en los antiguos establos. En total 400 metros construidos, que debían mostrarse como un proyecto unitario con personalidad propia”.
El tejado, las entreplantas –de un rústico cañizo– y la pared medianera se hicieron totalmente de nuevo. Los muros de piedra se sanearon retirando el antiguo revoque y se realizaron las instalaciones de fontanería y electricidad. En la torre se reabrieron todas las ventanas con balcón, achicadas durante la posguerra, y se eliminaron los tabiques levantados en su día para ampliar el número de dormitorios. “Nosotros hicimos justo al revés: decidimos tener menos habitaciones pero todas ellas grandes y espaciosas. Las centenarias vigas de madera se dejaron al descubierto para mantener el alma rural de la casa y se abrió una ventana en el ático, ahora totalmente abuhardillado”.

Reflejo de una aventura vital, la casa, con espíritu rústico, tiene también vocación cosmopolita, porque sus moradores son ciudadanos del mundo. Esta vivienda es una manualidad grande en la que ella y su marido son autores de muchos de los muebles de la casa: “Tenemos las ideas claras y nos gusta diseñar, por lo que en breve comercializaremos una línea de mobiliario, con la misma filosofía que hemos realizado aquí. La cocina con la isla y los muebles de obra, por ejemplo, es diseño nuestro”. Al mobiliario le han dado personalidad añadiendo molduras, cambiando pinturas o acabados. Visitar mercadillos es una de sus aficiones: “Compramos muebles antiguos que transformamos”.
La butaca, la cómoda y los armarios de la habitación de las niñas son diseño de Pamela, así como los frentes y el espejo de la chimenea del salón. “En la decoración me ha ayudado Olivia Gauna de Shabby Chic, excelente decoradora y muy buena amiga”. Pamela es excelente cocinera y suele hacer respostería con sus hijas, que son también inspiración para su nueva colección de ropa infantil Sigrid&Sofia by Pamela Köster. Embarcados también en un proyecto medioambiental y sostenible, esta pareja no para pero no deja de sentir cierta nostalgia por la lejana África: “Acaso volveremos cuando las niñas sean mayores...”.