Las casas familiares tienen un nosequé. ¿Serán los momentos compartidos ahí vividos? ¿El valor de unos padres dejando a sus hijos lo que con esfuerzo construyeron para todos? O, sobre todo, ¡el gusto de ver varias generaciones disfrutándola! Así es esta vivienda de Sitges. Ahora la ocupan Carmen, su marido, sus tres hijos y su perro (muy importante), pero perteneció a sus padres. La adaptaron, y, sobre todo, decidieron una cosa: disfrutarla. Nada de sólo el veranito: ¡las cuatro estaciones!
“Queríamos una casa poco recargada, fácil de limpiar y muy cómoda, que nos gustara todo el año”, comenta Carmen. Renovaron y aprovecharon lo que había: “Estaba en anaranjado y la pintamos en blanco roto, para jugar con algunos detalles como los textiles. Muchos muebles ya estaban. Hablé con una restauradora joven y me los decapó, para aprovecharlos. Eran de estilo colonial, que se puso de moda hace un tiempo, y los decapamos y les dimos ese tono turquesa verdoso que tenemos en el resto de la casa”.
Si el jardín era uno de los puntos fuertes de la vivienda, ¿por qué no sacarle partido todo el año, con ese solete otoñal tan bueno? “El exterior estaba descubierto, así que hicimos un porche de lado a lado, porque te para el viento y puedes estar en el invierno si no hace frío. Incluso si llueve, puedes comer, y es muy agradable. Aquí cabemos todos y si haces una reunión, se está a gusto. Mi idea de una casa es esa, disfrutarla y poder compartirla”.
Esta casa es gustosa en otoño, invierno, primavera y verano, y de eso se encarga también la cocina: “Hicimos una cocina más amplia, más moderna y a la que le entrara mucha luz. Le cambiamos el suelo, pusimos baldosa hidráulica, muy práctica y que disimula las manchas... Pusimos esta gran mesa para comer y desayunar, sobre todo cuando hace frío, un buen lugar para compartir. La idea era hacer una casa a la que en invierno también te apeteciera ir, porque si la haces muy, muy de verano, el resto del año no te gusta tanto, queda desangelado”.
Pero, ojo, si sus hijos adolescentes adoran venir aquí no es sólo por la cocina. Arriba, tienen su propio territorio. “Antes, encima del garaje estaba el alojamiento que tradicionalmente habría pertenecido a los labradores que trabajaban en la masía. Mis padres habían pensado destinarlo a los niños. Pero era pequeño, mis hijos querían traer amigos y no cabían. Siempre estaban en casa de otros, así que dijimos ¿por qué no incorporamos esta zona?”. Así crearon la 'planta joven': caben ocho personas durmiendo, tienen su propio lavabo, su tele, y, sobre todo, su privacidad. ¡No hay quien los mueva! Sea verano, llueva, nieve o truene.
Además, en esta casa cada otoño tienen una tradición: la fiesta de la Calabaza. Aquí podrás ver cómo decoran toda la casa con los tonos otoñales, visten la mesa con todos los detalles y preparan un menú de temporada.