Miguel Botella llevaba semanas recorriendo Madrid en busca de un piso. Cuando visitó este, supo que lo había encontrado. “Era justo lo que había imaginado, luminoso, blanco, con sensación de amplitud, techos altos… Un espacio que se parecía mucho a los que yo realizo en mi actividad profesional”.
Miguel es arquitecto, dirige el estudio Botella Arquitectura y ha realizado numerosos proyectos de viviendas y de urbanismo en toda España, que se caracterizan por sus líneas depuradas y sus espacios blancos y diáfanos. Muchos de estos proyectos se gestan sobre la preciosa mesa de dibujo de nogal que ocupa un rincón del salón, que funciona también como rincón de trabajo. Los dos ambientes –salón y estudio– quedan perfectamente integrados gracias a los muebles de madera, que comparten estilo y tonalidad.
“De este piso me atrajo en primer lugar que tuviera balcones orientados a la luz del este, lo que suponía disfrutar de una claridad espectacular, subrayada por el blanco de paredes y techos”. En efecto, el blanco unifica e ilumina toda la casa: paredes, cortinas, carpinterías, alfombras… incluso el suelo de la parte más oscura (que da a un patio de luces) está pintado de blanco. Esta unidad, junto con una distribución abierta que comunica los espacios, crea un gran efecto de amplitud.
“Las dos estancias más importantes, salón y dormitorio, dan a la fachada principal y se comunican directamente, sin pasillo. Esta ‘circulación en fachada’ aprovecha muy bien los metros y resulta muy cómoda para una persona que vive sola”. Todas las estancias se relacionan en un recorrido circular, mediante puertas acristaladas que permiten el paso de la luz. Ésta entra por los balcones de la fachada y también por el patio de luces, al que da la cocina. Ubicada en un espacio intermedio junto al recibidor, incluye el comedor –con una mesa circular, que aprovecha mejor el espacio central– y queda abierta al pasillo. En ambos extremos, las puertas acristaladas de doble hoja permiten abrir o aislar esta zona cuando se está cocinando.
Al entrar en el dormitorio, una agradable brisa nos regala el aroma de los pinos y los tilos del jardín vecino al que se abren los balcones. Terciopelos –como el del cabecero–, algodones y linos de colores naturales se encargan de crear una atmósfera consagrada al descanso. Como en la mayor parte de la casa, el suelo está revestido con una cálida tarima de roble, otro de los detalles que sedujo a Miguel cuando entró aquí por primera vez y supo que, sin lugar a dudas, su búsqueda de piso había acabado felizmente.