En este céntrico ático madrileño pasamos de una estancia a otra sin obstáculos, y todas forman casi un mismo ambiente. Eso es lo que hace que un piso sea fácil de vivir. Y lo que diferencia una buena reforma de una mala. “Queríamos reorganizar y esponjar los espacios. Por eso invertimos los usos de las estancias, para que el recorrido fuera de las zonas comunes a las privadas, justo lo contrario de como estaba organizado antes”, explica el arquitecto Pablo Álvarez de Lara, de P. Alps, responsable de la reforma que cambió por completo la identidad de este piso.
Mucho más en el mismo espacio
Empezaron por abrir los espacios para comunicarlos de una manera más fluida. Una gran abertura sin puerta, con una librería a su alrededor, lleva de la zona de biblioteca al salón principal. Y una puerta corredera separa estas salas de la cocina. “Queríamos huir de la idea de cocina clásica, cerrada, con las paredes alicatadas... y la integramos a las zonas comunes. Elegimos un mobiliario en blanco muy discreto y usamos el mismo pavimento del salón para reforzar la sensación de unidad”. Solo la zona de la nevera, con un completo frente de armarios que integra el microondas, y la de trabajo, que son las que tienen más desgaste, se protegieron con un mosaico hidráulico.
Para pasar de la zona de día a la de descanso instalaron otra puerta corredera, con un armario a medida a cada lado, que pasan desapercibidos al estar pintados en blanco, como las paredes. El dormitorio era pequeño, así que le dieron amplitud “robando” unos metros al antiguo pasillo y también lo abrieron al baño contiguo.
Para todo el piso eligieron un mobiliario práctico y ligero para resaltar las espectaculares vigas de madera originales. El resultado: un piso cómodo con sensación de espacio y un toque de originalidad.