Los sueños, sueños son. ¿Seguro? Ingrid y su familia hicieron realidad el suyo, no con poco esfuerzo, es verdad, pero cuando la recompensa es como esta, todo ha merecido la pena. Soñaron con una casa y decidieron hacérsela ellos mismos, a su medida. Requisito indispensable: que tuviera mucho verde. Y es que un día se te mete un proyecto en la cabeza, ya no lo puedes apartar. Y lo visualizas. Y no te cabe duda de que lo vas a conseguir. Y embarcas a toda tu familia. A veces te da un poco de miedo, pero ¡funciona!
Para esta familia, ese proyecto vital fue... esta casa. “Antes vivíamos en un piso. Pero mi marido empezó con que necesitaba tocar tierra, tener un huerto. Es verdad que somos muy de naturaleza y de animalitos. Y no había quien lo convenciera de otra cosa. Empezamos a mirar casas y casas, pero al final nos decantamos por un terreno. ¡Este al principio estaba lleno de árboles!”, nos cuenta Ingrid.
Aunque, todo hay que decirlo, contaban con un plus. Ingrid es interiorista y tiene una tienda de decoración en Llavaneres, La Maison d’Ingrid. “Pude diseñar yo la casa, aunque todo fue un proceso largo, muy largo. ¡Hicimos una casa muy meditada!”, recuerda con una sonrisa. Como la naturaleza era tan importante para ellos, decidieron dar al porche y al exterior mucho protagonismo. “En la zona de descanso hicimos un sofá y le pusimos cojines, la idea era crear un rincón tipo chill out. ¡La cortina natural de hiedra le da una frescura y una frondosidad ideales! Con solo poner una cortina blanca de tela creamos un conjunto muy apacible”, apunta Ingrid.
La mesa de centro, por cierto, es obra de Víctor, su marido. “Somos muy manitas y al hacer la casa sobraron muchas maderas que parecían sucias, que es lo que a mí justamente me gusta. Las aprovechamos en las mesas, los bancos de entrada, para el comedor exterior, ¡todo reciclado!”.
Entramos y vemos un salón luminoso, ¡qué gusto! “Tengo mis colores muy definidos, muy naturales. Me gusta armonizar, que cuando alguien llegue a casa sienta que se relaja. Busqué todo engamado, en gris un pelín amalvado para dar calidez, y muchos linos, maderas, hierro... ¡Pero no me gusta la perfección!, prefiero las marcas, que se note la historia de cada cosa”, añade.
Unas puertas correderas separan salón y cocina, así según les apetezca abren o cierran. Pasamos y vemos que en la misma estancia tienen el comedor, al otro lado de la barra de desayunos. ¡Qué cómodo! “Cuando uno cocina quiere estar con los demás, no aislado”, dice Víctor. Revistieron con microcemento las pa- redes y fue una buena manera de igualar con los baños, en el mismo material. ¡Y con los tonos de la casa!
Las vistas al jardín y los cestos y muebles de fibras, tanto dentro como fuera, dan un aire muy natural
Seguimos de visita y no vemos escaleras. “Hicimos solo una planta, porque veníamos de un dúplex ¡y no queríamos más escaleras! Una casa en ‘L’ nos pareció lo mejor. Así que creamos una zona de día y otra de noche”.
En la zona privada están los dormitorios, que, ojo, tienen su toque especial, ¡mira arriba!: “Hicimos techos altos. Yo quería una zona de lectura, meditación, algo para mí, y me hacía mucha ilusión mi altillo zen. Así que puse una escalera y, arriba, con una estantería para mis libros y unas colchonetas, ¡lo tengo! Justo debajo, puse un mini estar, con una silla bonita, un escritorio...”. El dormitorio es suave y da al jardín. Se ven los árboles... como les gusta a ellos.
Los sueños se cumplen ¡créetelo! ¡Felicidades Ingrid y Victor por perseverar!