La solución para ganar metros no siempre reside en los muebles a medida –cuenta Susana Galimany, decoradora y propietaria de esta vivienda situada en el Ampurdán–. Yo aquí he recurrido a las cómodas antiguas. Solo hay que buscar las que se adapten mejor a cada rincón, porque las encuentras en muchas medidas. Son fantásticas. Tienen muchísima capacidad y, con unas flores y un cuadro bonito encima, resultan de lo más decorativas”.
Con un delicioso patio interior –“el corazón de la casa... mi rincón”– donde un híbrido entre morera y plátano regala una sombra generosa los días de verano, esta casa de pueblo del siglo XVIII respira historia por cada poro de sus paredes. “Llegamos aquí hace ya nueve años con mis dos hijas, Álex y Claudia. Veníamos de una vida urbana bastante ajetreada –yo era publicista en Barcelona–, decididas a cambiar nuestro futuro y a convertir nuestra nueva casa ampurdanesa en una especie de “Bed & Breakfast”. Así, mientras la planta de abajo se transformó poco a poco en un ‘hotelito’ de cuatro habitaciones, Susana y su familia crearon su hogar en la planta superior. Esto supuso aprovechar al máximo los pocos metros que quedaban del edificio (92,50 m2) para convertirlos en su vivienda.
El primer paso fue tirar la pared de la cocina para comunicarla con el office y crear un espacio único para cocinar y comer. La pared original se ha transformado en un módulo de obra que, además de ofrecer una superficie de apoyo, incorpora espacio de almacenaje en sus dos lados. “Aquí desayunamos y cenamos en invierno. Me encanta el color blanco roto de la pared y el suelo de cemento claro”. Colores que se prolongan en parte del techo abovedado y en las escaleritas que llevan al patio, creando un marco blanco y luminoso que amplía visualmente las dimensiones de esta estancia.
Subimos a la primera planta y descubrimos un salón –también blanquísimo– lleno de muebles antiguos. Y es que de nuevo el color blanco se ha utilizado para pintar –y elevar– el techo de bovedillas y las paredes. La calidez viene de la mano de los detalles de tonos dorados –los muebles de madera, la alfombra de fibra natural, el suelo de toba catalana antigua al que Susana no quiso renunciar... “He intentado respetar al máximo los elementos auténticos de la casa. Solo he cambiado las ventanas para instalar una carpintería que aísla mejor”, por supuesto de color blanco.
A la hora de decorar, en su empeño por reafirmar los siglos de historia de la casa, ha buscado piezas antiguas que se adaptaran a los metros de que disponía. “Es el caso de las dos cómodas que enmarcan la chimenea, o del escritorio del cuarto de Álex, que encaja perfectamente bajo la ventana. Pero el secreto mejor guardado de Susana está aún por llegar: “este es mi pequeño gran paraíso. Mi dormitorio. Era la antigua buhardilla y ahora es un sueño que incluye baño, vestidor, despachito y dormitorio”.
La conexión entre todos estos ambientes se ha realizado con aperturas sin puertas, para evitar rupturas. Solo el acceso al baño se “cierra” sutilmente con una cortina confeccionada con redes de pesca. La misma solución que cierra el único armario, esta vez con una elegante tela de lino. El resto del almacenaje se soluciona, otra vez, con cómodas de todos los tamaños, ubicadas aquí y allá, que crean delicados y personales rincones. “Vine con la idea romántica de huir del estrés y te prometo que, cuando duermo mirando la luna llena desde este antiguo trastero, sé que he cumplido mi sueño.”