Andar con los pies descalzos, oír el canto de las cigarras a media tarde, sentir la brisa del mar... Este era el sueño de una pareja joven, al comprar este minúsculo apartamento de vacaciones en Formentera, nos cuenta la decoradora Estela Gómez Lupión, interiorista y responsable del proyecto.
Buscando ampliar los metros
A tan solo cinco minutos de las agrestes playas, el apartamento se levantó en los años sesenta con materiales muy sencillos. Lo primero fue ponerlo al día de infraestructuras e instalaciones. “Creamos una buena base que nos permitió darle todo el carácter que ahora tiene. En solo 37m2 hay un porche, un salón con sofá cama, una pequeña cocina, baño y un dormitorio. Para ampliar la sensación eligió un suelo continuo. Pero también utilicé objetos reciclados”, explica Estela. Como las puertas y contraventanas decapadas en blanco azulado que son ahora correderas y que separan el salón del dormitorio.
Pequeña pero deliciosa
Los muebles existentes son antiguos. Combinan bien con los linos italianos del sofá, el puf de lona y yute o el cabezal de esparto, y dan a la casa esa apariencia inconformista y hippy, que es ya el estilo de la isla. Fuera, en el porche, la tarima de madera blanqueada y el hormigón pulido se mezclan con la piedra, la gravilla y la vegetación mediterránea.
Hay una mesita para comer dentro cuando el calor aprieta y un comedor exterior con mucho encanto: “Cubrí el porche con cañas de bambú de solo 3 centímetros, pintadas de blanco. Refrescan el ambiente, dejan pasar la brisa y logran una preciosa luz matizada”, dice la decoradora. Las buganvillas multicolor lo hacen más acogedor y natural. “La mejor casa no es la más grande; es la que nos recibe y nos hace sentir bien al instante”, sonríe Estela.

FLOTANDO SOBRE EL MAR
Un apartamento de vacaciones en la playa