El refugio perfecto tras una jornada de esquí. Así lo describe la familia que disfruta de esta casa, en Tredós, a 4 kms de las pistas de Baqueira Beret en el Valle de Arán. “Está pensada para disfrutar durante los meses de invierno de toda la calidez y comodidad necesarias”, nos cuenta Juan Manuel Alfonso, de Era Carrola. “Respetamos la esencia de los refugios de alta montaña, con la utilización de madera, pero al mismo tiempo quisimos inundarla de luz, para multiplicar la sensación de espacio, de ahí la presencia de ventanas, tragaluces y claraboyas.
Se combina madera de pino y roble para transmitir luz y calidez
Además, teñimos suavemente de blanco la madera de pino de los techos inclinados y la viguería, y elegimos una tarima maciza roble claro, con barniz ultramate, para el pavimento, lo que contribuye a dar más luminosidad a los ambientes”. La casa cuenta también con ideas ingeniosas para captar la luz, como los tabiques que están forrados con listones de madera de castaño ligeramente cepillada.
La decoración de la interiorista Carolina Juanes creó espacios acogedores, que invitan al recogimiento. “En la zona de estar de la chimenea hay muebles ligeros para contrarrestar el peso visual de la cubierta de madera. La alfombra mullida de lana dibuja el espacio, con un sofá, una butaca y dos pufs. Y las telas también son cálidas, como las tapicerías de chenilla y la lana. Dimos un toque contemporáneo con los pufs y la ligereza de la butaca”, explica la decoradora.
El comedor está en la parte interior, pero cuenta también con una ventana. Las sillas son de roble natural, con el tradicional respaldo en aspa, y en la vajilla descubrimos unos esquíes dibujados que delatan el verdadero sentido de este refugio de montaña. Comedor y cocina se comunican directamente, sin puertas o muebles separadores. “El recurso de abrir la cocina al comedor es muy práctico y facilita enormemente las tareas”. La cocina no es grande, pero está bien diseñada, en forma de U para tenerlo todo a mano. Cuenta con armarios de tablero de roble y encimeras de granito.
“Toda la casa invita a refugiarse en ella. Transmite protección y calidez”, señala Juan Manuel Alfonso. En la planta superior los dormitorios sacan partido del encanto innegable de los techos abuhardillados. Hay dos dormitorios dobles y, en el principal, una ventana inclinada justo sobre la cama nos descubre el paisaje. Y es que a través de ella, en invierno y a 1.350 metros de altitud, se contempla cómo las estrellas brillan con esa intensidad única. “Es un sueño hecho realidad”, concluye Juan Manuel Alonso.